“Ustedes, sacerdotes, han abandonado los caminos del Señor. Sus instrucciones hicieron que muchos cayeran en pecado. Corrompieron el pacto que hice con los levitas”. Malaquías 2:8
Las cosas, con el tiempo, suelen perder brillo, suelen desvirtuarse. Las ceremonias, las costumbres, los modales, la educación, las relaciones, el respeto, la distancia, y tantas otras cosas más, ya no suelen ser lo mismo. Todo se perdió, ya nada es igual. Yo recuerdo cuando se respetaban ciertas ceremonias. Por ejemplo, la gente solía vestirse muy bien para ir a un funeral, de negro riguroso, porque era una manera de honrar al fallecido… Ahora, todos van a las funerarias de cualquier manera y vistiendo de cualquier color. Lo mismo sucede en los servicios dominicales en las iglesias. A mí me enseñaron a vestir con mis mejores ropas porque es una manera de honrar y adorar a Dios… En estos días mi pastor prohibió terminantemente los jeans rotos en la iglesia, tildando a quienes los llevaran puestos de indigentes. ¿Qué pasó con todo lo que nos enseñaron?
Malaquías es un libro profético que se hace esa misma pregunta. El profeta se pasea por todas esas cosas que ya no se respetan, que se desestiman, a las que ya nadie presta atención. El libro está compuesto en primera persona, donde Dios se pregunta qué ha pasado con todo lo que Él enseñó y estipuló para Su pueblo. Malaquías utiliza la técnica de la pregunta retórica o la diatriba, donde el autor pregunta y ofrece él mismo la respuesta.
Como para no confundir a nadie, Dios comienza asegurándole a todos, a Su gente, que los ama entrañablemente, pero que, no obstante, la destrucción está por hacerse realidad, por el pecado y la desobediencia de todos. Lo que viene a continuación son una serie de llamadas de atención en cuanto a la pérdida de valores, de brillo ceremonial y ritual, y de desobediencia crasa a la ley divina. Es que, con el tiempo, los seres humanos solemos descuidar los detalles y desdibujar los propósitos. Vamos a ver lo que Dios tiene que decir esta vez.
El primer llamado de atención tiene que ver con los sacrificios. Dios se siente irrespetado porque los sacrificios están contaminados y son impuros. En vez de presentar corderos sin mancha y sin defecto, los sacerdotes se presentan ante el altar con animales no aptos, lisiados, enfermos, ciegos, con manchas. Y para Dios este descuido no es un acto de adoración y reconocimiento, sino más bien es un acto de desprecio y afrenta. Los sacerdotes sabían muy bien cuáles eran las condiciones óptimas para el sacrificio, y aun así las desestimaban, haciendo a Dios a un lado, y ofreciéndole cualquier cosa deshonrosa. ¿Cómo es que los sacerdotes permitían esto?
El segundo llamado de atención tiene que ver con la conducta y las enseñanzas de esos mismos sacerdotes que desmerecían los sacrificios. En vez de enseñar al pueblo, llevarlo por el camino correcto, y conducirlo a la limpieza de pecados, los hijos de Leví se habían apartado de Dios y arrastraban al pueblo por el mismo sendero, perdiendo la brújula espiritual que ellos representaban. No eran portadores de vida y paz sino de muerte y contienda. ¿Cómo es que se permitían violar el pacto de Dios?
El tercer llamado de atención revisa el robo de los diezmos y las ofrendas. ¿Cómo? ¿El pueblo robaba a Dios? Pues, sí. Toda la nación sabía que debía diezmar el 10% de todo lo que produjeran, entregando sólo lo mejor al sacerdote, pero es que hasta de eso se habían olvidado. Dios les advierte que, si son fieles, Él los recompensará con abundantes cosechas, y los protegerá de plagas y de mortandad. Y los reta diciéndoles: “Pónganme a prueba”. Realmente, ¿quién puede dudar de las promesas de Dios?
Ningún libro profético está completo si no hace un llamado de arrepentimiento, y si no arranca promesas de fidelidad y misericordia por parte de Dios. Después de enumerar sus quejas y presentar su decepción, Dios les pide que regresen a sus caminos y se vuelvan a Él arrepentidos. Así mismo les asegura que quienes cumplan con sus disposiciones serán Su pueblo y Su tesoro especial, y bajo Su misericordia serán tratados como hijos obedientes de un Padre amoroso.
Pero, aún queda una promesa más, que se materializaría justo en el libro de al lado, en Mateo. Dios anuncia juicio, pero promete un profeta al estilo de Elías, quien haría un llamado de arrepentimiento tan poderoso que llevaría a una reconciliación de todas las relaciones rotas. Ese profeta no es otro que Juan El Bautista. ¿Lo recuerdas? Aquel que era estrafalario y llamaba a todos al arrepentimiento, aquel que bautizó a Jesús y reconoció no ser digno de ni siquiera a desatar su sandalia. El amor de Dios hacia todos brilla refulgente en esta hermosa promesa.
¿Cómo hacemos para que las cosas no se desvirtúen? ¿Cómo hacemos para que nada que valga la pena pierda su valor? En un mundo donde ya nada es sagrado, donde las parejas se casan con el divorcio como salida fácil, donde muy pocos respetan la vida y la honran, donde los valores pierden brillo y dan paso a la desobediencia, la anarquía y el desorden, hay que hacer un alto y retomar el camino correcto. El camino correcto es aquel donde los padres aún conservan su autoridad y son un buen ejemplo, donde los compromisos se honran sin el uso de atajos, y donde el respeto a todos por igual es la mejor bandera. Más aún, el camino correcto es aquel que nos conduce a Dios.
Yo creo que somos responsables de la continuación de aquello que sabemos que agrada a Dios, somos responsables de obedecer y acatar las órdenes de nuestro Señor, somos responsables de enseñar a las nuevas generaciones los valores que sí valen la pena. Tenemos que entender que la obediencia está hasta en los mínimos detalles, y que nada puede desvirtuarse ni perder valor, no ante los ojos de Dios ni ante nuestros propios ojos.
Malaquías me enseña que no hay que bajar la guardia ante las cosas verdaderamente importantes, me enseña que Dios es una persona de detalles, que le agradan las cosas bien hechas y también la obediencia. A través de Malaquías sé que cuando a Dios no le gusta algo, me lo va a hacer saber, con amor, pero con severidad y justicia. Porque Él es un Dios de ceremonias y ritos, de cosas hermosas, de respeto y honor. Si algo me enseña Malaquías es a saber que a Dios hay que escucharlo y prestarle atención, por mi propio bien.
Malaquías… Preguntas importantes que encuentran respuestas en los caminos correctos, aquellos que conducen a la obediencia, el respeto y la honra.
Una respuesta a «Malaquías: Ya nada es igual»
Gracias por instruirnos en la palabra de Dios, hacer digeribles y de fácil entendimiento sus enseñanzas. Da la sensación de estar escuchándote en una conversación con una taza de té al frente