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Filosofía

¿Qué puedo conocer, hacer y esperar?

Tuve que eliminar conocimiento para hacerle espacio a la creencia”. Immanuel Kant

Siempre me ha fascinado la fantástica capacidad humana de usar el lenguaje. Las palabras ejercen un influjo en mí totalmente irresistible. Por eso me cautiva la literatura, me enamora un discurso bien hilado, respeto a una persona inteligentemente articulada. El lenguaje es justamente lo que prueba que somos personas, que pensamos, que tenemos una producción mental que viene de la razón.

Ahora, cómo funciona la razón y hasta dónde ésta puede llegar son terrenos muy altos para mí. Immanuel Kant se adentró en ellos y encontró mucha tela que cortar. A mí aún me cuesta entender lo que este señor descubrió y lo que plasmó en sus famosas y esclarecidas críticas. Sí, aunque compartimos el mismo día de nacimiento, que no el año (¡por Dios!), nuestros intelectos distan mucho uno del otro. ¡Qué mal parada dejamos Immanuel y yo a la astrología!

A través de Kant descubrí el uso primario de la palabra “crítica”. Cómo pudo una actividad mental tan buena, de observación, de análisis y conclusiones acertadas y educadas, degenerar en un instrumento de destrucción social, es algo que supera mi capacidad para comprender la cualidad polisémica del lenguaje. Kant hace un uso superior, totalmente soberbio y sublime del término para adentrarnos en todo aquello que podemos conocer y, además, en lo que no podemos conocer. Porque es que, ahora resulta, que la razón tiene sus límites. ¡Mira tú por dónde van las cosas!

Kant se hace tres preguntas de lo más básicas y preclaras, y para cada una de ellas tiene críticas que recoge en escritos profundos y enredados, a la usanza literaria del siglo XVIII. (¿Me pregunto, si Kant escribiera hoy, entendería yo lo que él escribe?). Esas preguntas son: ¿Qué puedo conocer?, para la cual escribió la “Crítica de la Razón Pura”; ¿qué me está permitido hacer?, para lo cual escribió la “Crítica de la Razón Práctica”; y ¿qué puedo esperar?, para lo cual creo escribió en parte “Prolegómenos para una Metafísica Futura” (sobre la metafísica como terreno que supera los límites de la razón, pero que no se puede definir ni organizar). Este último libro lo escribió para defender y dar luces sobre la Crítica de la Razón Pura, que para ese momento no era muy bien recibida.

Hasta el día de hoy estas son las tres preguntas que atormentan a cualquier filósofo. Kant dio en el clavo con la formulación de las mismas, pues ellas resumen las inquietudes más básicas que pudiera plantearse alguien que quiera pensar lo que vale la pena pensar.

En clase tratamos de digerir, con la ayuda del profesor, algunos párrafos de los primeros tres capítulos de la “Crítica de la Razón Pura”. ¡Sólo ubicarnos en la página era motivo de grandes discusiones! (No somos tan brutos, no. Es que teníamos diferentes ediciones y formatos del mismo texto). Poco a poco fui entendiendo lo que Kant dilucidó acerca del conocimiento, tras años de encierro y dedicación organizada a pensar la epistemología.

¡Qué manera tan profunda de desgranar los mínimos detalles de cómo funcionamos y procesamos el conocimiento! Kant establece que tenemos tres maneras de conocer: Un conocimiento empírico, que se reviste de sensibilidad y que recibimos en el espacio y tiempo; un conocimiento racional, que se reviste de la razón y encuentra su expresión más articulada en las categorías, que a su vez ayudan en la emisión de juicios; y un conocimiento que excede a la razón, que entra en los terrenos de la metafísica y que busca explicar los grandes problemas: Dios, el mundo y el hombre (y el alma, la libertad y cualquier otro concepto abstracto, y por lo tanto huidizo).

¡Cuánto puede hacer nuestra mente! ¡Cuánto podemos como sujetos percibir y procesar a través de los sentidos, la razón, e incluso a través de la metafísica! (Aunque esta última se haga la difícil de atrapar, como una doncella que juega con un pretendiente enamorado). Y si bien no fue la metafísica la que nos reunió en torno a Kant, es aquí donde me quiero detener un poco.

La metafísica fue el primer recurso del que el hombre echó mano para conocer y procesar el mundo que lo rodeaba. A través de ella se explicaron fenómenos que en su momento fueron incomprensibles pero que, con el correr de los años y el desarrollo del pensamiento humano, pasaron de una producción mítica a una explicación científica, bien fundamentada. La filosofía, como la casa de la generalidad, y la ciencia, como la reina de la particularidad, le deben mucho a la metafísica. Creo que el mundo, y los seres que vivimos en él, no seríamos los mismos sin ella.

La fascinación y frustración de Kant por la metafísica me ha hecho pensar en ella como ese cuarto de trastes donde se echa todo lo que no se comprende, que no permite clasificación alguna, que se rebela contra el statu quo, que se resiste a ser analizada y moldeada por mentes frías y calculadoras.

Es así como Immanuel encontró en la metafísica esa chiquilla traviesa a la que no pudo controlar. ¡Quién sabe si esos paseos vespertinos, tan exactos y previsibles, eran citas de amor con la metafísica, de la que estaba irremediablemente enamorado y que, a pesar de todos sus intentos, ella no sucumbió a sus galanteos! Lo que quizás Kant perdió de vista es que no hay tesoro más grande que aquello que se ha abandonado por considerarse imposible, pero que años después se redescubre con renovado interés. ¡Tal como en el cuarto de los trastes!

Pero ahora me pregunto, ¿cómo es que desmenuzas con maestría la razón y caes derrotado ante la metafísica? ¿Qué esconde la hermosa doncella, la habitación abandonada llena de cosas, la chiquilla traviesa, que nadie puede llegar a ella? Yo creo que la vida se reserva sus misterios… Y la metafísica es su guardiana celosa.

Vamos a ver… A Dios no hay cómo acercársele si no a través de la fe y el arrepentimiento. El alma, la libertad, la felicidad, la plenitud, el sentido y la muerte están más allá porque el recurso no está allí, en la razón. ¿Dónde se encuentra? ¿A través de qué se accede? Si lo supiera, yo estaría por encima de Kant, y no pues, por más que nos arrope el mismo signo zodiacal.

Me gusta que la razón tenga sus límites, porque es que uno está en una clase de física, o matemáticas, o de biología, y allí la razón se muestra súper poderosa. Y no… Y me entra un fresquito tan sabroso… Lo siento mucho Immanuel, pero es que hay cosas que es mejor no saberlas. ¿Para qué? ¡El noúmeno es así de enigmático!

Por Francis Sanchez

Hola, soy Francis. Me gusta escribir y creo que lo hago bien. Llevo mucho tiempo escribiendo sobre temas biblicos, ya que trabajo como voluntaria Sociedades Bíblicas Unidas de Venezuela.

Estoy casada y tengo dos hijos adultos. Mi hijo mayor siempre me ha impulsado a escribir y publicar. De hecho, este blog es su regalo de cumpleanos para mi

Una respuesta a «¿Qué puedo conocer, hacer y esperar?»

Tenemos una mente finita, sin duda, hay cosas que no somos capaces de descifrar o entender, lugares donde la razón y la propia lógica no pueden llegar. Eso mejor se lo dejamos a Dios, que es infinito y dueño y Señor de todo.
Lo siento Sr. Immanuel.

Gracias por compartir Francis, un abrazo.

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