“El conocimiento es la opinión cierta”. Platón
“La realidad sensible, la esencia universal de las cosas se busca en las cosas mismas”. Aristóteles
La filosofía es la capacidad de pensar y reflexionar acerca de sí mismo y del mundo que nos rodea. Es una incesante duda sobre todo y por todo, además de una búsqueda por la verdad y la realidad, que muchas veces parece ser engañosa. La actividad filosófica es quehacer de lo humano. Toda persona se pregunta y reacciona ante sí mismo y su cosmos. La manera como construimos y expresamos tal reacción es producto del conocimiento de nuestra realidad, sea ésta cierta y tangible o, por el contrario, una mera ilusión que aliena nuestros sentidos.
Uno de los asuntos más grandes a lo que se enfrentaron los pensadores antiguos, y los actuales también, es el problema del conocimiento. Platón se aproxima al tema a través del mundo de las ideas, Aristóteles lo hace a través de lo tangible. Platón considera que las cosas se conocen en su plano más idealista, a través de la contemplación de las ideas. Aristóteles, por su parte, considera que las cosas se conocen a través de la esencia de las cosas mismas, y agrega que la experiencia juega un papel importante en la construcción del conocimiento. Platón considera que el conocimiento es innato y se alimenta del recuerdo, de lo que ya hemos vivido, es así una sumatoria de lo que hemos aprendido con el tiempo. Aristóteles habla de un conocimiento científico que nos permite demostrar y llegar a conclusiones válidas. Platón asegura que hay un conocimiento superior que nos permite filosofar, algo muy parecido al conocimiento científico que plantea Aristóteles.
A simple vista pareciera que ambos filósofos se contradijeran, pero yo creo que más bien se complementan. Ambos hablan de conocimientos inmediatos, que se nutren de manera intuitiva, innata según sea el caso. Ambos también desarrollan la conciencia de un conocimiento superior al que se accede a través de la razón y el intelecto. Uno es tangible y real, el otro se decanta por lo intangible e ideal. Pero ambos llegan al conocimiento, aunque por caminos aparentemente contrarios. Personalmente creo que la epistemología nos asegura que el conocimiento se puede obtener por medio de muchos caminos y a través de recursos variados. Para ilustrar mejor este punto, voy a trabajar en base a dos de mis grandes pasiones, la literatura y la historia.
A ver, ¿qué hago si quiero conocer acerca de la Venezuela de principios de siglo XX? Si quiero saber sobre la Venezuela del General Juan Vicente Gómez, puedo leer un texto de historia de la época, para encontrar fechas, personajes y eventos propios de ese momento histórico. Puedo leer grandes pasajes de todo lo que sucedió en esa Venezuela rural y barbárica, donde el mandatario gobernaba al país como si se tratara de su hacienda personal, donde el bolívar era más valioso que el dólar y aún el campo era la fuente económica principal.
También puedo ir a la hemeroteca de la Biblioteca Nacional y leer los periódicos de la época, ver fotos del General, las noticias y acontecimientos más preponderantes, el fin del caudillismo y los inicios incipientes de la era petrolera, con la llegada de los norteamericanos que trabajaban en compañías como la Shell. Puedo incluso empaparme de la economía, a través de la publicidad y los precios de las cosas y hasta de la moda local, conocer la opinión de los periodistas de la época en cuanto a las políticas de Gómez y disfrutar de un lenguaje escrito claramente superior al actual.
Aún puedo encontrar maneras más placenteras de encontrar ese conocimiento a través de la literatura local y costumbrista, como lo es la novela Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos, que narra magistralmente cómo Mr. Danger amenazaba la hegemonía nacional y los llanos productivos eran desplazados por nuevas realidades económicas. Puedo también ver algunas de las muchas telenovelas y películas que se han hecho de la Doña, para ver las caras de Bárbara, Marisela, de Santos y Lorenzo. Esta es una manera muy visual de acceder a la realidad Gomecista.
Pero, mejor aún será encontrar un ancianito longevo que narre lo que él pudo escuchar sobre esa Venezuela de hace 100 años, de boca de alguno de sus ancestros. Entrar a esos recuerdos de antaño, recorrer su casa con antigüedades de la época, conocer de sus labios cómo era ser un niño, un joven en esa época, donde ser bachiller equivalía a tener un PHD, y Caracas era una ciudad y una realidad que muy pocas personas del interior conocían, porque aún no habían podido viajar en tren.
¿Acaso no ha sido este un recorrido aleccionador y delicioso? Ya lo dije, los caminos que nos llevan al conocimiento son variopintos, cada uno de ellos otorga un cariz distinto, con un color propio, sensaciones intensas o sosegadas, intelectuales o intuitivas, empíricas o académicas. El camino que se decida recorrer es heterogéneo, pero igual de valioso. Cada medio exigirá diferentes habilidades, sensibilidad ante lo literario, crítica ante lo histórico, curiosidad ante lo auténtico, creencia ante la ficción y tolerancia ante el recuerdo nebuloso. Pero, así es el conocimiento, exigente, demandante, sorpresivo y dadivoso.
Y no te creas, me cuesta entender a Platón y a Aristóteles. Aún no logro dominar todo lo que descubrieron sobre el tema del conocimiento. Siento que la filosofía se escurre entre mis dedos, cuando creo asirla ella se escapa juguetona, me engaña, me seduce, me hace guiños, coqueta e inaccesible, como una mujer que se deja querer pero que no puedo poseer.
No importa, ya lograré consolidar tanta información y convertirla en conocimiento y criterio firme y útil.
2 respuestas a «Filosofía y conocimiento»
Uffff….que interesante este escrito,Hele….continuo leyendo….
La vida es una constante duda….y tú escribes cosas interesantísimas!