“Y Dios es poderoso como para que abunde en ustedes toda gracia, para que siempre y en toda circunstancia tengan todo lo necesario, y abunde en ustedes toda buena obra”. 2 Corintios 9:8
Viajar tiene una cualidad única… Es esa sensación de que todo es nuevo y que está allí para ser vivido y experimentado por primera vez. Y la cualidad adquiere un peso mayor cuando no es una visita de solo unas semanas… Sí, me digo siempre, son meses los que pasaré aquí en el Cono Sur.
Al llegar, hace un poquito más de una semana, Montevideo estaba frío y lluvioso. Estamos en entre tiempos, saliendo de la primavera y entrando en un verano que promete ser rudo, tal como en Maracaibo, según me cuentan. Esta situación entre estaciones hace que unos días sean fríos, otros con clima templado y agradable, y otros tan calurosos que quieres zambullirte en las tranquilas aguas del Río de la Plata, ancho, hondo e imponente. Muy pronto caí en cuenta que su presencia es invasiva y reconfortante. El Río de la Plata es parte importantísima e integral de Montevideo.
La costa del Río de la Plata es prácticamente lo más atractivo de la ciudad, y cuenta con una vía peatonal que llaman La Rambla. Son 24 kilómetros de playa dulce, por llamarlo yo de alguna manera. Está dividido en tramos o divisiones, dedicados a personajes, países, próceres o sectores, de acuerdo al barrio que cruce. Está un monumento a Mahatma Gandhi, otro dedicado al Holocausto judío, un sector a la República del Perú y otros que aún no conozco. En el recorrido se ven secciones que hablan de la historia del planeta Tierra, desde la época de las heladas, pasando por las muchas etapas de la evolución del hombre.
La Rambla de Montevideo ha sido declarada Monumento Histórico, ya que es parte misma de la identidad montevideana. A inicios de 2010 fue propuesta para integrar la lista de los Patrimonios de la Humanidad de la Unesco. Está bordeada por numerosas playas, y los fines de semana, congrega a miles de personas de todas las edades, quienes acuden en busca de paseos, recreación y aire fresco. Además, constituye una ocasión para el avistamiento de aves, dada la gran cantidad de especies costeras. (¡Gracias Wikipedia!)
El Montevideano saca partido de La Rambla, de su playa. La gente camina, trota o bicicletea por sus anchas aceras, y si el día promete calor, las parejas toman sus sillas de playa y se tumban al sol, para hablar, leer o dormir. ¡Yo aún no me creo que la playa esté a solo dos cuadras del apartamento de Roger Andrés! Todas las mañanas hacemos una caminata de una hora por La Rambla mientras mi hijo habla de la ciudad y sus habitantes. Hasta ahora es el momento favorito de mi día.
El barrio donde vivimos se me parece mucho a Los Palos Grandes, en Caracas. Edificios, supermercados y comercios de todo tipo se entremezclan para hacer la vida del habitante urbano una experiencia útil y placentera. Y yo, feliz. La zona ya es mía… He ido a la costurera del frente, como helados en la heladería de abajo del edificio, desayuno en una panadería cercana, y hago compras en los muchos almacenes de segunda mano, preciosos, que plagan el sector. Y voy a La Rambla, por supuesto. Esa es una cita imperdible. Hoy, al momento de escribir esta entrada, el día está lluvioso, por lo cual suspendimos nuestra caminata habitual. No creo que el clima mejore para más tarde. El día es perfecto para escribir y comenzar a recoger mis impresiones y pensamientos acerca de esta ciudad y su gente.
La ciudad es pequeña, pero tiene bastante tráfico. Todo está cerca. Si se quiere caminar, fácilmente se puede uno trasladar a pie, por La Rambla, o entre las calles, da igual. Montevideo no tiene metro, o subterráneo. Para cuando salieron de dictadura, a mediados de los ´80, ya era tarde para emprender una obra de tales envergaduras. Sin embargo, el transporte público es abundante, predecible y responsable. Armada con Moovit, la aplicación que controla los horarios y rutas por el celular, se puede ir a todos lados sin temor a extraviarse.
La semana pasada fui a las oficinas de la Sociedad Bíblica del Uruguay, ubicada muy cerca de la Av. 18 de Julio, centro neurálgico de la ciudad. Allí me recibieron como en casa. La SBU habita en un antiguo edificio histórico de más de 90 años de vida, donado por una familia amiga de la causa bíblica local. Cuenta con varias plantas y una hermosa entrada con escaleras de mármol y pasamanos de hierro forjado, un verdadero lujo en medio de la ciudad vieja. Me recibieron el director general, Samuel Duarte, y mi amiga y compañera Elizabeth Bentancor, consultora del Proyecto de Traducción Lengua de Señas Uruguaya, a quien conocí en un curso online. Fueron muy atentos y abiertos. Prometí asistir a su reunión de navidad muy pronto.
En general, los montevideanos son gente muy pero muy amable. Son cálidos sin ser invasivos, educados sin ser serviles, cariñosos sin llegar a ser melindrosos. Hasta ahora no he visto desagrado o una actitud grosera contra los extranjeros, muy por el contrario… Celebran al extraño, se gozan de su visita y orgullosos hablan de su ciudad. Si ya te conocen, nunca preguntan de nuevo tu nombre, te reconocen, te preguntan qué tal te ha parecido la ciudad y la experiencia toda. Eso ha sido un grato descubrimiento.
Roger Andrés y Valentina han sido sencillamente espléndidos. Me han recibido como una reina y atienden todos mis caprichos con convicción casi religiosa. Han acondicionado una habitación totalmente equipada para mí, me han paseado por la ciudad incansablemente, no sin antes comprarme unos increíbles zapatos para caminar que son una delicia. Y me han incluido en su rutina diaria… Estoy encargada de preparar el almuerzo todos los días, misión que cumplo con devoción. Estoy muy contenta con mi vida aquí en casa, en Montevideo.
Las bendiciones y bondades del Señor nunca fallan… Es que Él hace que en nosotros abunde toda Su gracia, y no lo dudo. Me siento querida y mimada. Dios ha procurado regalarme con un maravilloso tiempo de encuentro familiar… Y eso que aún no llegan Juan Carlos y su novia. Imagínense lo plena que será toda la experiencia, una vez que ellos lleguen.
Aún falta mucho por comentar, pero vamos poco a poco, porque la idea no es indigestar… Lo que quiero es producir en ustedes el placer de vivir experiencias novedosas y estimulantes.
Me acompañas, ¿verdad? ¡Cuento con eso!
2 respuestas a «¡Vaya rambla!»
Gracias Francis por compartir en tu idioma literario y esbelto. Siempre aprendo más Español cuando leo tu BLOG. Bonito don de escritura.
Bendiciones
Gracias por el tour, Francis! Tremenda experiencia!