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Lectura Bíblica

Distancias salvables

Este es la segunda parte del ensayo sobre “Hermenéutica”. Espero te guste.

La hermenéutica intenta comprender lo que significa “comprender”.

La interpretación es vital para la lectura bíblica. Es que, para realmente “entrar” en el texto, se necesita comprender el mundo donde ese texto vive, y hace vivir a sus personajes. El gran problema de la hermenéutica es las muchas distancias que nos separan de la realidad bíblica. Existen 4 grandes abismos que pelean en contra de la correcta interpretación, a saber, el histórico, el cultural, el filosófico y el lingüístico, que hacen que el lector desapercibido no logre comprender lo que realmente sucede en el texto bíblico. Aquí vamos a trabajar con un aspecto del abismo cultural-filosófico.

El asunto hermenéutico está en cómo comprender el mundo distante del ciudadano hebreo que puebla las páginas bíblicas. Tom R. Burns y Erik Engdahl dicen que: “Comprender no es una actividad de la conciencia sino, más bien, una condición de pertenecer a un mundo. Precisamente, “pertenecer a un mundo” nos da todas las herramientas para decodificar los intríngulis de esa sociedad. El gran problema de la interpretación bíblica está en el hecho obvio que el lector actual está alejado del mundo hebreo por milenios, haciendo de la distancia normal en la interpretación un verdadero abismo.

Entonces, según Burns y Engdhal, la manera como interpretamos al mundo siempre será desde una perspectiva muy particular, lo hacemos desde nuestra cultura y desde nuestra posición en el mundo. La tarea de reconocer y comprender el contexto es la clave para que el mensaje bíblico pueda penetrar y ser relevante para cada individuo dentro de su propia realidad y contexto. Dios “se hizo hombre y habitó entre nosotros”. En otras palabras, Jesús se hizo humano, para alcanzarnos desde nuestro propio contexto humano. Dios se hizo uno de nosotros en la persona de Jesucristo. Nunca ha podido un mensaje ser más encarnado y contextualizado que nuestro Señor. Aun así, el problema de interpretar el texto se hace persistente y parece no solucionarse con la encarnación de nuestro Señor.

Ahora, ¿cómo salvamos el abismo cultural? El contexto o distancia cultural es a lo que comúnmente se le llama al ambiente en donde las palabras y los eventos suceden. Es una especie de marco que rodea a un texto o a un evento, y que proporciona pistas al lector o al espectador para que éste lo “interprete” adecuadamente. “Interpretar” no es más que leer con atención, con más de un sentido. Es leer de manera tal que el lector o el espectador tenga una tarea tan activa como la del autor o el protagonista mismo en la interpretación de ese texto o evento. De esta manera, leer o interpretar no es una actividad pasiva y lánguida que adormece al lector o al espectador, es más bien una labor detectivesca que requiere un trabajo cognitivo que invade gran parte de su intelecto y pensamiento.

Como ya lo hemos estudiado y analizado de manera reiterativa, todo (la vida, la muerte, las expresiones artísticas, las emociones y sentimientos, los discursos y los textos) ocurre en un espacio cultural determinado. Dios hizo a la humanidad dentro de sociedades y culturas específicas para que se desarrollaran dentro de ese contexto. En otras palabras, el contexto está inmerso y es producto directo de una cultura.

Es así como entendemos que la cultura es la vida misma: Es colaborativa, interactiva, pero también individual. Entraña recuerdos, raíces, tradición, historia, idiosincrasias, habla de lo “nuestro”. Es entonces una “construcción social” ya que la hacen los seres humanos. Esta “cultura” es objetiva, aunque se nutre de lo intangible, es conocimiento, aunque no es del tipo cognitivo, es más bien intuitiva. La humanidad ES cultura, no es algo que se pueda fingir, tampoco se puede escapar de ella. La cultura no se puede esconder, es lo que “somos” y punto. Visto desde este punto de vista, tal parece que la cultura arropa “el todo del hombre”. No hay forma ni manera de escapar del fenómeno cultural.

Las culturas que se reflejan en el texto bíblico pertenecen a entornos muy, pero muy distantes de nuestra realidad occidentalizada del siglo XXI. Nuestra cosmovisión cultural y filosófica, aquella que maneja y moldea nuestros mapas y caminos de pensamiento, se presenta completamente humanista. El hombre es el centro de todo. Ese ser social se mueve dentro de una cultura donde se rinde culto a la individualidad, donde el ser humano es producto de una sociedad que impulsa el logro personal como fin último de realización. De esta manera, el hombre es lo que éste hace de sí mismo.

Esta persona completamente individual, egoísta si se quiere, se desarrolla en una sociedad que le permite crear su ser de acuerdo a los parámetros que ella ha fijado para sí misma, como dueña completa de su destino. Nadie más puede o debe decirle qué hacer con su vida. Esta concepción individualista ha entrado en terrenos tan insospechados como el género y la identidad sexual. El hombre actual, y su concepción de sí mismo, es completamente diferente en el entorno bíblico.

El entorno cultural-filosófico que refleja la Biblia toda, y más específicamente el Nuevo Testamento, presenta a un hombre que se ve a sí mismo como un ser muy social y comunitario. Su valor está circunscrito a la comunidad donde se mueve, y al estatus social al que pertenece, desde su nacimiento hasta su muerte, en una sociedad donde la movilidad social sencillamente no existe. Esta persona se desarrolla dentro de su unidad familiar, la cual funciona para consolidación de su identidad y también como su medio de sustento. El hombre es lo que su entorno social le determina, y lo que su familia dibuja para él en su mundo.

¿Cómo puede la persona individual y egocéntrica de hoy comprender y verse, tete a tete, con el hombre comunitario de la Biblia? Se hace necesario entender en detalle un sistema sociológico llamado HONOR Y VERGÜENZA. ¿Por qué? Pues porque: “Todo individuo o comunidad lleva consigo modelos o escenarios de cómo funciona la sociedad; de cómo interactúan las personas. Estos modelos o escenarios se dividen en dos grandes grupos: Las estructuras sociales y los patrones culturales que «gobiernan» la forma en que la gente se relaciona y que las cosas sucedan; y los valores centrales que dan sentido y propósito a la conducta y a la vida”.

En este sentido, las sociedades de gran parte del AT y del NT funcionan bajo una estructura social de preservación del honor y el evitar la vergüenza. Y estos dos elementos juegan e interactúan en terrenos sociales completamente públicos. El esquema HONOR Y VERGÜENZA condicionaba en gran manera la forma como una persona funcionaba dentro de su comunidad.

Por ejemplo, en la familia, la mujer no era dueña de su destino, más bien ella “pertenecía” a algún hombre de su familia… Al padre o a su hermano mayor cuando era soltera, a su esposo cuando se casaba, y a su hijo mayor cuando enviudaba. El “honor” de esa mujer debía ser cuidado, resguardado de la “vergüenza” que suponía la pérdida de su castidad, o de su “hombre” en esta sociedad patriarcal. Entender este patrón cultural que gobierna la cultura hebrea nos ayuda a entender la seriedad de la situación en la que se encontraba Noemí, o la mujer a la que Jesús salvó de ser dilapidada.

Este sistema de HONOR Y VERGÜENZA incluso puede verse reflejado en el arte. El musical de Broadway “El Violinista en el Tejado” de 1964, cuenta la historia de Tevye, un pobre campesino judío que tiene 5 hermosas hijas a las que debe casar, tratando de conservar las tradiciones judías, en la sociedad rusa de principios del siglo XX. Tevye está constantemente debatiéndose entre un “casamiento honorable” y las ideas “modernas” de sus hijas.

Bajo la lupa de este esquema social también se puede “comprender” muchas de las interacciones de Jesús con la sociedad en la que le tocó vivir. Todos sus encuentros con la élite farisea conservan una constante que refleja la importancia del honor y la vergüenza. Cuando se le pregunta si es bueno pagar los impuestos, Jesús responde con “Dad al César lo que es del César”, poniéndolos completamente en evidencia, en “vergüenza”, pues. Cuando Nicodemo visita a Jesús de noche, el Señor no baja el nivel espiritual de su conversación, aun y cuando era evidente que el rabí no seguía su explicación. Jesús redujo a Nicodemo a la “vergüenza”, conservando Su “honor” de Raboní intacto.

Estos textos bíblicos y sus esquemas culturales deben ser interpretados por el hombre hoy, con toda su carga cultural actual, con su concepto individualista, como dueño de su vida y de su mundo. La pregunta es, ¿cómo hacemos para que un libro tan antiguo y tan alejado de nuestras culturas actuales pueda ser entendido y aceptado por todos hoy? ¿Cómo puede la Palabra de Dios ser relevante para el venezolano? ¿Cómo se contextualiza la Biblia? ¿Cómo el lector se apropia de sus verdades y sus enseñanzas?

La hermenéutica tiende puentes de comprensión que le dan vida y pertinencia al texto bíblico hoy, para la persona que es “hijo de esta generación”. El entender los esquemas culturales y filosóficos de las sociedades antiguas nos previene de ver al texto bíblico como algo anacrónico y fuera de contexto. También nos aleja de posturas fundamentalistas que dañan la pertinencia de las verdades bíblicas para nosotros hoy.

Esto es la gran labor de la hermenéutica… Esa es la cuestión.

Por Francis Sanchez

Hola, soy Francis. Me gusta escribir y creo que lo hago bien. Llevo mucho tiempo escribiendo sobre temas biblicos, ya que trabajo como voluntaria Sociedades Bíblicas Unidas de Venezuela.

Estoy casada y tengo dos hijos adultos. Mi hijo mayor siempre me ha impulsado a escribir y publicar. De hecho, este blog es su regalo de cumpleanos para mi

2 respuestas a «Distancias salvables»

Excelente……. debo decir que leer esta explicación es como estar en una casa de chocolate….. sencillamente deliciosa. Gracias….. gracias por compartir de una manera tan sencilla lo que aprendes quizás no de una manera tan fácil.

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