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Las buenas noticias

LAS BUENAS NOTICIAS

En la antigüedad, los portadores de malas noticias eran decapitados. En la actualidad simplemente son ignorados”. Hans Ruesch

Mi celular es algo que disfruto mucho, mucho. Desde allí no sólo me comunico con todos, a través de llamadas y aplicaciones de mensajería (ahora, con esto del tema de la privacidad, tengo tres… WhatsApp, Telegram y Signal). También tengo una maravillosa aplicación para leer libros gratis, juego Sudoku (que me fascina), escucho música desde Spotify y YouTube Music, veo películas en Netflix, veo predicaciones y otras cosas por YouTube, leo la Biblia si no tengo una a mano, hago pagos desde las aplicaciones de Pago Móvil de mis bancos, hago cálculos entre bolívares y dólares, y reviso mi Gmail. La verdad es que, ahora que enumero todas estas actividades desde mi celular, me doy cuenta que se ha convertido en un aparato vital e indispensable para mi vida… (¡Me parece escuchar a mamá quejarse de lo muy mundana que soy!)

Una de las cosas que más disfruto desde mi celular es leer las noticias que recibo a través de Google. Cada mañana me embarco en un sondeo noticioso hecho para mí, según mis gustos, porque sí… Google me espía, sabe muchas cosas de mí, y adivina mis intereses noticiosos. Pues resulta que, gracias a eso, recibo lo último acerca de la realeza británica y española, los actores de Hollywood, las series de moda que hay que ver, noticias acerca de decoración, arte, moda, y otra buena cantidad de estupideces… Sí, Google me considera vana y superficial. ¡Qué manera tan inconsecuente de perder el tiempo!

Pero, decidí que esto debía cambiar… Y comencé a buscar otro tipo de noticias, más sustanciosas e importantes, y Google me siguió, cayendo en mi trampa. Con esto de los sucesos ocurridos en el Capitolio norteamericano hace un poco más de dos semanas, resulta que me entero que hay un senador republicano acusado de estar detrás de todo ese lamentable hecho… Y, sí… resulta increíble. No sólo Venezuela atenta con las instituciones más sagradas… A partir de allí, comencé a recibir noticias sobre Venezuela, de corte social, no tan político. Después, muchas más noticias acerca de la política norteamericana, de la increíble Kamala Harris, entre otras cosas. El COVID y su nueva cepa europea aparece a diario, como queriendo decir “esto es importante”. Con eso, mis noticias en Google comenzaron a ser más eclécticas y vitales. Sí, de verdad no quiero vivir con un craso desconocimiento del acontecer mundial.

Siempre he sido muy superficial, para algunas cosas, al menos. En una ocasión, alguien me preguntó si a mí no me importaban los conflictos en el medio oriente, o el avance del comunismo en el mundo (¡o en mi país!), o los problemas de agua en África, el absolutismo en Corea del Norte, o los atropellos a las mujeres en India. La verdad es que, suceden cosas en el mundo que son tan vitales, tan vergonzosas, a las que lamentablemente no se les presta la debida atención. Pasan debajo de nuestras narices sin darnos cuenta… Pendientes de “realidades” bobas, que no nos aportan nada. Pues, si supieras… Yo creo que eso mismo pasó con Jesús, el Jesús histórico que nació y vivió en este mundo.

Jesús llegó a este mundo en medio del imperio más poderoso, duradero y extenso que haya existido jamás. Roma era “el mundo”, su cabeza, el César, era “la cabeza del mundo”. Los avances tecnológicos más significativos y vigentes, se gestaron allí, en los casi 1.000 años que duró su hegemonía. El aparataje publicitario y noticioso de los romanos era grandilocuente, preparado para impulsar las bondades del sistema, y esconder, tras un velo de paz y belleza, sus muchas fallas y atropellos. Fue el imperio romano quien inició la propagación del “Evangelio”, las buenas nuevas del César, que debían hacer muy felices a sus súbditos, desde las ciudades romanas más importantes, hasta las provincias más lejanas, paupérrimas y olvidadas de ese mundo sanguinario.

Jesús era, humanamente hablando, sólo un pobre campesino… Con un origen humilde, viviendo en una pequeña aldea al norte de una de las provincias más insignificantes y problemáticas de Roma, en un territorio signado por un fanatismo religioso incomprensible para la gente de ese tiempo, acostumbrado a un mercado religioso extenso y rico, con dioses fabulosos, licenciosos y complacientes, de pura invención humana. En medio de estas circunstancias, Jesús no hizo ninguna mella, no impactó al monstruo imperial. Las buenas noticias romanas eran muy brillantes, superficiales, vanas, como para prestar atención a un hombre tan simple como ese hebreo, con ínfulas de maestro, a quienes siguen unos 12 pescadores, facinerosos, del vulgo. Tuvieron a Jesús en las narices y nunca supieron quién era y qué hacía.

Eso fue lo que pasó con Jesús… Y no creas, Él estuvo cerca al liderazgo más graneado de su tiempo… ¿Acaso no lo persiguió Herodes, poco después de su nacimiento? ¿Se te olvida que compareció ante Poncio Pilato, un importantísimo hombre de Roma? Pero es que, además, conoció a gente clave dentro de los judíos, como Nicodemo, un rabino encumbrado entre los fariseos, que lo fue a visitar en medio de la noche. O José de Arimatea, el rico que prestó su tumba para que el cuerpo de Jesús fuera depositado en ella. O Caifás y Anás, Sumos Sacerdotes de su tiempo, artífices de la muerte del Mesías. Jesús fue tratado como una amenaza, como un delincuente, como un maestro peculiar, como un blasfemo… Pero, ninguno de ellos entendió realmente a Jesús como persona, como autoridad, como Dios.

Sin embargo, hubo gente que sí vio a Jesús en toda su dimensión… Gente del pueblo, común y corriente, mujeres de baja reputación, cojos, ciegos, enfermos, endemoniados, impuros, descastados de la sociedad, marginados, al margen de todo lo bueno y deslumbrante que ofrecía el mundo romano. Porque en realidad ese mundo no estaba hecho para ellos, pues sólo eran vasallos de un sistema que lo único que quería era sus impuestos y su territorio. Lo demás no era importante.

Años después de la muerte, resurrección y ascensión de Jesús, sus apóstoles y seguidores acuñaron el término romano “Evangelio” a las Buenas Nuevas de Jesús, a la salvación que estaba al alcance de todos, gracias a Su muerte en la cruz, en lugar de los pecadores de este mundo. Esos seguidores de El Camino aseguraban a todos que el verdadero evangelio tenía que ver con ese hombre cuyas palabras eran irresistibles, porque estaban revestidas de autoridad divina. Su mensaje se regó por todo el imperio. Muchos creyeron a ese evangelio, las mejores noticias que alguna persona pudiera recibir jamás. Aun así, Roma no vio a Jesús, ni le escuchó, ni creyó en Él. La noticia más importante del mundo la perdieron, pendientes de estupideces.

Esto de perderse las noticias que realmente valen la pena le puede pasar a cualquiera… Como a mí, que mis noticias Google sólo me hablan de superficialidades. Pero, lo grave es perderse a Jesús, que, si bien ya no está aquí, en este mundo, habitó entre nosotros… Y muchos no le vieron.

En medio de tantas cosas, no te pierdas a Jesús. Él es La Buena Noticia.

Por Francis Sanchez

Hola, soy Francis. Me gusta escribir y creo que lo hago bien. Llevo mucho tiempo escribiendo sobre temas biblicos, ya que trabajo como voluntaria Sociedades Bíblicas Unidas de Venezuela.

Estoy casada y tengo dos hijos adultos. Mi hijo mayor siempre me ha impulsado a escribir y publicar. De hecho, este blog es su regalo de cumpleanos para mi

2 respuestas a «Las buenas noticias»

Él es LA buena noticia….. excelente.
Él es a quien no deberíamos perder de vista. Gracias por recordarme que las redes sociales, que han sido tan satanizadas, y con razón, pueden ser muy útiles para seguir esparciendo LA buena noticia: Jesucristo.

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