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Lectura Bíblica

Ezequiel: Los dos lados de una moneda

EZEQUIEL, LOS DOS LADOS DE UNA MONEDA

Cuando se lee el Antiguo Testamento uno se da cuenta de cosas acerca de Dios que a simple vista son incongruentes. En algunos episodios vemos a Dios amante, misericordioso, lleno de planes hermosos de creación, recreación y salvación. Ese Dios utiliza palabras tiernas, conciliadoras, poéticas, para expresar todo Su amor a un pueblo que creó y gestó de la nada.

Pero, otras veces, más bien muchas veces, vemos a Dios decepcionado, molesto, airado y vengativo ante la desobediencia y la infidelidad del pueblo. En esas ocasiones, Él está asqueado y trae el merecido castigo que viene como consecuencia del pecado. Los libros proféticos suponen un ejercicio de comprensión que tiene mucho que ver con este tango que Dios e Israel parecen bailar seductoramente. Es que Dios realmente es una moneda que muestra dos lados opuestos. Ezequiel recoge esta realidad mejor que ningún otro profeta.

Ezequiel es profeta del pueblo de Israel en Babilonia. Él fue llevado cautivo, y estando en cautiverio fue llamado por Dios a ser profeta. Y como en todo libro de corte profético, el pueblo de Israel no es nada fácil de tratar. Los judíos son gente desobediente y caprichosa, que muy a menudo se niega a escuchar a Dios. A Ezequiel le toca una tarea dura, él debe advertir al pueblo sobre el juicio y castigo de Dios sobre Jerusalén, además de recomponer la relación del pueblo rebelde con su Dios, el cual siempre es fiel, a pesar de todo el sufrimiento que Sus hijos soportan. El mensaje de Ezequiel es uno de juicio en medio del cautiverio. Es como poner el dedo sobre la llaga, por eso es que el pueblo no escuchó de buen talante a Ezequiel… Su mensaje sonaba a más castigo y mayor sufrimiento.

En la época de Ezequiel el pueblo sufrió una gran decadencia, producto de su rebeldía, soberbia y desobediencia. Esta es una de las razones por las que eran dominados fácilmente por los grandes imperios de la época. Es una situación que se sucede en un interminable círculo vicioso: El pueblo está en paz con Dios, Dios los bendice abundantemente, esas bendiciones terminan envaneciendo al pueblo, ellos desobedecen a Dios y se vuelven cada vez más rebeldes, hacen alianzas con pueblos enemigos, Dios se enoja con ellos y decide castigarlos, muchas veces con cautiverio enemigo, el pueblo sufre y clama al Señor, Dios oye el sufrimiento del pueblo y los restaura, y El pueblo vuelve a estar en paz con Dios… y todo el ciclo vuelve a repetirse, cansina e interminablemente.

Ezequiel no sólo era profeta, también era un sacerdote. Dios lo utilizó como profeta para anunciar la destrucción del templo de Jerusalén. Nadie mejor que él para hacerlo, porque él conocía muy bien el templo y el culto, y su clamor sería mucho más sentido y urgente. Era también un exiliado que vivía en una colonia de exiliados, lo cual lo facultaba para hablar al pueblo en nombre de Dios desde una circunstancia muy particular, pues Ezequiel sufría en carne propia los rigores del exilio. Esto hace que la tarea profética sea una de las más duras labores dentro de la Biblia. Realmente, ¡estos señores son dignos de compasión!

Este es un profeta un tanto singular, y el libro tiene un tono autobiográfico, en primera persona que muestra la personalidad de Ezequiel de manera constante: Habla de sus muchas dolencias físicas y de sus muchas particularidades (¡cocinar con estiércol, perforar una pared!). El profeta le tocó vivir momentos signados por profundas crisis que afectaron mucho a su persona y a su ministerio. Eso le da al libro un tono muchas veces oscuro y lo hace un texto un tanto difícil de leer.

El libro de Ezequiel tiene una estructura bien organizada, contiene 24 capítulos de castigo y 24 capítulos de esperanza, todos en torno a un suceso detonante: La caída de Jerusalén. Además, el texto cuenta con una gran carga de simbolismo, por lo cual sus descripciones no deben tomarse al pie de la letra. Pero, más allá de sus episodios más oscuros y crudos, Ezequiel vocifera un mensaje divino de esperanza. En 36:24-26 el profeta habla al pueblo de restauración y de un nuevo comienzo.

Dios no puede dejar de clamar y de proclamar esperanza para su golpeado y amado pueblo. En estos versículos, centro neurálgico del libro, Dios expresa de manera tierna sus planes de restauración, su intervención casi quirúrgica para renovar un pacto, para retomar una relación de amor interrumpida por idolatría, inmundicia y dureza. De esta manera Ezequiel nos recuerda el amor, la misericordia y la ternura de Dios, que supera todo inconveniente. Es que aquí se ven los episodios más oscuros de la rebeldía humana, sólo para que el más tierno amor de Dios brille como el oro.

Ezequiel denuncia la infidelidad y torpeza del pueblo cautivo en tierras extranjeras. Dios les ha mostrado por medio de algunos símbolos su desagrado por la conducta fatua de Su gente. Dios está tan molesto que los compara con Sodoma y Gomorra, y denuncia a voz en cuello la complacencia de los profetas falsos que se alinean con el statu quo. Dios dice claramente que Él no habla por medio de ellos. Así, el pueblo se enfrenta a una destrucción ineludible e inminente… Dios no quiere más nada con ellos. De manera descarnada los compara al estiércol, a descaradas prostitutas, y los amenaza con destrucción y abandono. En uno de los capítulos más emblemáticos, Dios les aclara que cada quien será responsable de su pecado. Ya el castigo no será comunitario ni generacional… Cada alma responderá ante Dios por sus actos.

Pero, en medio de tanto desafuero, Dios siempre se reserva un remanente de gente justa que no ha abandonado a su Señor. De esta manera Ezequiel tiene destellos de esperanza, de renuevo, de nuevos comienzos. Siempre, al final de cada capítulo, Dios parece recoger sus palabras y buscar dentro de Su corazón reservas de Su misericordia infinita, y promete vida, salud, prosperidad para aquellos que no han abandonado Su Camino.

Realmente, no puedo leer a Ezequiel sin pensar que yo soy como el pueblo de Israel, veleta, vanidosa, pecadora, infiel, desobediente…. ¡Eso no es nada alentador! Pero, la buena noticia es que el Dios de Ezequiel sigue siendo el mismo. Él es mi Dios también, mostrando su gran amor y misericordia, como también su ira consumidora. Lo que hay que saber es cómo hacer para que esa moneda muestre su lado más amoroso. Allí está el secreto de una vida bien llevada, que agrada a Dios.

(¿Recuerdas que dije una vez que este libro no me gustaba? Pues, ahora resulta que me gusta).

Por Francis Sanchez

Hola, soy Francis. Me gusta escribir y creo que lo hago bien. Llevo mucho tiempo escribiendo sobre temas biblicos, ya que trabajo como voluntaria Sociedades Bíblicas Unidas de Venezuela.

Estoy casada y tengo dos hijos adultos. Mi hijo mayor siempre me ha impulsado a escribir y publicar. De hecho, este blog es su regalo de cumpleanos para mi

2 respuestas a «Ezequiel: Los dos lados de una moneda»

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