“… Saber pensar el mundo desde la exterioridad alterativa del otro, lo que tiene como consecuencia el reconocimiento del otro como otro diferente a sí mismo, a través del encuentro cara a cara con el otro, el oprimido, el pobre…”
Me he reconocido a mí misma en Dussel. Es por eso que no creo que pueda expresar mi experiencia en sólo una cuartilla.
Si bien el discurso izquierdista de Dussel hiere y mueve muchas sensibilidades en mí, y considero que se traiciona a sí mismo cuando separa desafectivamente ese mismo discurso de la debacle ideológica de los gobiernos latinoamericanos, que citan y aplican mal y viciosamente sus pensamientos liberadores, hoy quiero centrarme en algo que considero es el aporte dusseliano más significativo: La Alteridad. Con ello pretendo encontrar en la vida del filósofo el germen que lo llevó a mirar al otro con interés inusitado.
Buscando en YouTube videos de clase de Dussel, me tropecé con un documental llamado BIOGRAFÍA INTELECTUAL, donde el mismo filósofo hace un periplo de lo más colorido de su vida y su obra, sentado cómodamente en una poltrona de su casa en CDMX. Allí habló de su abuelo y su padre, europeos de origen, quienes migraron a la Argentina a finales del siglo XIX. Allí también habló de ser extraño en una tierra que no es suya, a través de la experiencia de sus familiares. Es que ser migrante es un ejercicio diario de mirar al otro con la objetividad de quien se sabe forastero, no parte del entorno que lo rodea.
Dussel continuó su recorrido de vida hablando de las etapas que conformaron su cosmovisión: Argentina, Europa, Medio Oriente, Latinoamérica, África y Latinoamérica, otra vez. Oportunidades únicas para codearse de primera mano con realidades variopintas y catalizadoras, oportunidades de ver y de verse en el otro, oportunidades que moldearon su visión sobre la filosofía de la liberación.
Como Dussel, yo también soy hija de un inmigrante europeo, español. Mi padre quería también ir a la Argentina a buscarse la vida después de la II Guerra Mundial que, si bien España no la peleó, sí que sufrió sus embates. Pero, el barco hizo una parada de dos días en la Guaira, al final de los cuales mi padre ya había decidido quedarse por aquí, atraído por la exuberancia local y el calor de nuestra gente. Aquí vivió 40 años de su vida, quejándose porque aquí era un musiú, y en España era considerado un sudaca. Él siempre fue un hombre sin tierra, pues. Su reconocimiento del otro estaba teñido del amor por su familia y el agradecimiento a una tierra que lo vio prosperar.
Ahora soy madre de inmigrantes. Mis hijos, adultos ya, migraron al Uruguay y a la Argentina, huyendo de las realidades duras que nos han tocado vivir, producto de proyectos izquierdistas mal llevados y manipulados al antojo de nuestros gobernantes, más interesados en la vendetta personal que en el Producto Interno Bruto de nuestra nación. Y en mis hijos también he notado esa desazón del forastero, que mira al otro manteniendo un bajo perfil, una mirada llena de respeto y esperanza.
Por mi padre, mis hijos y Dussel sé que la mirada al otro es más limpia, objetiva y clara cuando se gesta en los ojos de un extraño. Porque es que el forastero es quien ve realidades que le son imperceptibles a los locales, es el migrante quien observa para aprender, para encontrar sosiego a sus necesidades gregarias, que se exacerban con la soledad del destierro. Creo firmemente que Dussel pudo desarrollar su filosofía de la liberación, completa con la analéctica, la exterioridad y la alteridad, gracias a que sus padres eran migrantes, quienes miraron al otro con deseo de pertenecer. Y no es sólo el mirar al otro lo que mueve a la filosofía de la liberación, también lo es mirar al pobre, al oprimido y al dominado. E insisto, el inmigrante muchas veces también es todo eso.
Pero, ¿qué es la alteridad? El profesor nos ha dicho que es ponerse en los zapatos del otro… Es pensar desde la perspectiva del OTRO, reconocerlo y aceptarlo, encontrarse con su alteridad. Eso, LA ALTERIDAD se practica desde 4 aristas: La pedagógica, que estudia las relaciones humanas desde lo educativo, más que todo en el ámbito familiar; la política, que observa las relaciones de poder de los seres humanos en comunidad; la erótica, que mira las relaciones sensuales y sexuales en pareja; y la ética, que vigila las relaciones de los seres humanos en el ejercicio de la moral. Así, parece que Dussel propone una mirada panorámica en alteridad: Mirar al otro en el ejercicio de lo humano.
Encuentro que, mientras Heidegger nos llevó a pensar el ser desde una mirada ególatra, a nuestros propios ombligos, Dussel nos invita a alzar la mirada para hacer contacto visual con el OTRO. Entonces la necesidad no es de volver al ser como tarea imperiosa y urgente (muy ontológica la cosa) sino mirarnos a nosotros mismos en el otro (mucho más plural). Se me antoja que esta tarea es como más cercana y digerible.
En Dussel, los viajes como mochilero, viajando a merced de la bondad de los locales, joven y aventurero, contribuyeron a esa mirada atenta a realidades ajenas, una mirada completa y obligatoriamente alterativa. Es en la distancia donde se ve la tierra propia en toda su dimensión, como esos cuadros impresionistas de los que hay que alejarse para apreciar mejor. Es en el extranjero donde Dussel estudia la historia latinoamericana, que comienza a configurar su visión cultural única de su gente, de su idiosincrasia, de su valor. Es allí, en medio de lo extraño, que empieza a ver a su propia gente.
Estudiar a un autor sin su contexto es aventurarse peligrosamente a la distorsión. Ver la dimensión humana de Dussel me ha ayudado a entenderlo, a mirarlo con otros ojos, a seguir su periplo de vida y encontrar una visión peripatética de su pensamiento. Ya todos saben que le adverso en el discurso izquierdista. Su apatía lo empequeñece a mis ojos. Pero, eso no me exime de apreciar su acertada mirada a quienes somos, y a lo que verdaderamente podemos llegar a ser, si de verdad nos ponemos en los zapatos de unos y de otros.
Venimos de la noche y hacia la noche vamos.
Los pasos en el polvo, el fuego de la sangre,
el sudor de la frente, la mano sobre el hombro,
el llanto en la memoria,
todo queda cerrado por anillos de sombra.
Relámpago extasiado entre dos noches,
pez que nada entre nubes vespertinas,
palpitación del brillo, memoria aprisionada,
Mirad cómo en el césped de la tarde
la mirada es un brillo de azahares,
cómo se esconde el ser
en el suspiro leve de las frondas.
(Extracto de “Mi Padre, El Inmigrante” de Vicente Gerbasi)
2 respuestas a «El otro»
Francis, tu escrito CONMUEVE.Toca mi alma….el destierro de de los nuestros, tan duro y reciente, que nos habla de de esa ALTERALIDAD desconocida para los venezolanos hasta hace poco….poco, digo??? Para nosotros una eternidad, hace que asomen lágrimas a mis ojos
Tu, FRANCIS HACES HUMANO LO INTELECTUAL