“Reciclar es de las cosas más parecidas a la magia, convierte unas cosas en otras. Es la forma más elevada de cultura”.
El Retén de Catia, en Caracas, fue una penitenciaría que se inauguró en 1966, durante la presidencia de Raúl Leoni, y que fue demolida en 1997, durante el mandato de Rafael Caldera. En sus más de 30 años de vida, esta cárcel llegó a albergar unos 3.600 presos, en un área destinada para la convivencia de tan solo 750 reos. Esta situación de hacinamiento levantó todas las alarmas de los organismos de derechos humanos del mundo y colocó a Venezuela en la mira internacional. El Papa Juan Pablo II visitó el Retén en 1996, exigiendo “condiciones más acordes con la dignidad humana”. Su demolición por parte de CAVIM cerró un ciclo triste y vergonzoso de nuestra historia nacional.
Pronto el país comenzó a plantearse qué hacer con el espacio… ¿Una plaza? ¿Una escuela, quizás? Se barajearon varias alternativas. Se acordó anexar los terrenos al Parque del Oeste, uno de los pulmones naturales de la ciudad de Caracas, y en el 2009 se construyó la sede de la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad, para formar efectivos de la Policía Nacional Bolivariana. Lo curioso fue que la comunidad de Catia no quería nada que ver con el asunto. Lo consideraban un espacio pesado, maldito, cargado de miseria, dolor y muerte. Sin embargo, su reutilización le ha dado una nueva vida, más humana, más amable y útil. Reciclaje urbano, ni más ni menos.
Aquí en Montevideo me topé con una historia parecida… En Punta Carretas, uno de los barrios de clase media más interesantes y concurridos de la ciudad, se erige un centro comercial grande, imponente, lleno de tiendas nacionales e internacionales de renombre, con cafeterías diseminadas a lo largo y ancho de sus tres pisos, con una feria de comidas que incluye a Starbucks y a McDonald´s, y un hotel Sheraton en sus predios, ni más ni menos. Es un perfecto templo de consumismo capitalista, en el corazón de un antiguo penal que albergó presos comunes y políticos hasta 1986.
El Penal de Punta Carretas funcionó desde 1915 hasta 1986, y pasó por períodos fuertes y revolucionarios de la vida nacional uruguaya. Se alojaba en un hermoso edificio de mampostería, con una imponente puerta de entrada que dominaba gran parte de la calle. La cárcel constaba de 400 celdas destinadas a alojar presos comunes y de alto riesgo. A lo largo de su historia, Punta Carretas vivió varias fugas, muchas de ellas muy conocidas por ser de una importancia capital para los destinos del país. En 1930 se abrió un boquete que llegaba a los baños del penal desde los bajos de un restaurante aledaño. En 1971, hubo una gran salida furtiva de Tupamaros, con José “Pepe” Mujica (ex presidente y político uruguayo) entre los muchos presos en fuga.
Actualmente, Punta Carretas Shopping aún conserva la imponente entrada del penal y su edificio central. Al frente se puede leer la historia de la cárcel, en un monumento que promete frenar el regreso de la represión política en el país. A un costado de la entrada se encuentra una gran mesa de metal, con los nombres de todos los presos políticos que albergó la penitenciaria. Allí están los nombres de varios políticos famosos, que sellaron con dolor y sacrificio su entrada en la historia uruguaya.
Punta Carretas es nuestro referente comercial. Allí vamos unas tres veces por semana, a hacer compras, a recoger encargos, a pasear y hacer tiempo mientras se espera al otro. La primera vez que lo visité, no podía creer la historia detrás de un lugar tan corriente, con tiendas que están en todos lados, con mercadería predecible y vanidosa. Siempre paso por su entrada tratando de imaginar su pasado glorioso, o no, según se quiera mirar. Veo sus pasillos repletos de tiendas, observo a la gente disfrutar de sus compras navideñas y no lo puedo creer… Cierro los ojos y veo opresión y muerte, sueños y planes que bullen y perviven en sus paredes, que se niegan a desaparecer en mi imaginación.
Así es el reciclaje urbano, rescata espacios con pasados disímiles y los reinventa para que vivan nuevas experiencias y realidades. Sucede en todos lados… Mi hermana buscaba el viejo barrio de Salamanca en Madrid hace unos años, aquel lugar donde mi padre y sus hermanos nacieron y jugaron y, lejos de encontrarse con las calles pobres de antaño, se topó con un barrio elegante de clase media alta. Esas mutaciones me hacen anhelar tiempos pasados que no viví, pero que se me antojan más vivos e interesantes que los actuales. Es increíble que los espacios que reunieron a hombres valientes en tiempos revueltos, hoy se habiten con propósitos tan alejados a los primarios.
El sábado pasado me senté en el mesón con los nombres grabados de personas y políticos ilustres, como testimonio indeleble de su paso histórico por Punta Carretas. Ese mesón emula a los tantos lugares que se tienen en las cárceles para la visita familiar. Sentarme allí me colocó en esa triste posición de la espera y la desesperanza que embarga a todo aquel que visita a un reo, sólo que mi espera era feliz y descuidada. ¡Qué curiosa es la vida a veces!
Montevideo no deja de sorprenderme. Su historia y su vida pasan ante mis ojos, haciéndome soñar con realidades ajenas, pero que dominan mis pensamientos sin permiso alguno de mi parte.
3 respuestas a «Reciclaje urbano»
Guaaaao viajé con estas letras.
Como siempre, gracias.
QUE BIEN DOCUMENTADO ESTE ESCRITO!!! ….Lo que lo hace tan interesante!
….Fue un gran viaje, gracias Francis Helena!