“Las cosas inmateriales representan la verdadera esencia del universo. Es la semilla de lo intangible”. Bruce Lee
Esta semana comenzó otra edición de nuestro curso de consultores de traducción bíblica. Es una cita periódica e imperdible, que reúne una veintena de alumnos de toda Latinoamérica siempre en torno a un tema recurrente, la traducción de la Biblia y sus altos estándares de calidad literaria, doctrinal, de forma y fondo. Las discusiones se propician a partir de materiales y estudio de casos que han resultado exitosos o problemáticos. La idea es levantar un criterio firme que nos capacite para enfrentar la consultoría de los equipos de traducción autóctona que plagan nuestras Sociedades Bíblicas de la región.
En uno de los casos a discutir, se presentó un proyecto de traducción México adentro que comenzó a mediados de los años 50 y culminó a finales de los años 80 del siglo XX. El traductor/consultor fue un misionero norteamericano, padre de nuestro profesor. En la discusión evaluamos lo dilatado del proyecto, unos 40 años para culminar la traducción de la Biblia para una de las muchas etnias mexicanas. Y por supuesto, comparamos los años que lleva completar un proyecto hoy en día, en pleno siglo XXI, con toda la tecnología a nuestra disposición. No faltó quien mencionara los muchos problemas de comunicación que aquejan a Latinoamérica y la precariedad económica que signa la realidad de los traductores. Sí, ciertamente la traducción de la Biblia representa un reto muchas veces inconmensurable.
Uno de los estudiantes escuchó atentamente la intervención de sus compañeros. Luego, pidió la palabra y procedió a hablar del legado de misioneros dedicados que iniciaron una tradición digna de continuar. También habló del compromiso de los traductores nativos, quienes trabajan con tesón muy a pesar de las circunstancias. Y finalmente trajo a la mesa el llamado indispensable que se necesita para trabajar en la obra del Señor. Puntualizó que, sin llamado divino, sin vocación, no se puede arremeter la misión urgente que supone la traducción bíblica. Todos quedamos callados, reconociendo que ese alumno había hecho de lo intangible algo completamente tangible. Sí, definitivamente hay un gran valor en lo que rara vez vemos.
Lo intangible es todo aquello que no tiene una presencia corpórea o física. Incluye el trabajo, las ideas, la educación, las capacidades humanas, entre otras cosas. Estos bienes también son dados por Dios al hombre para el adecuado desarrollo de su vida, es por ello que debemos hacer un buen uso de ellos. Estos bienes son sumamente vulnerables y susceptibles porque, como no se perciben con los sentidos, tienden a desestimarse, a perderse, y a la larga, son víctima muchas veces de una mala administración. Se precisa entonces tomar una consciencia clara del papel de estos intangibles en nuestras vidas, y cómo estos pueden contribuir a nuestro crecimiento personal como cristianos. Quisiera enumerar algunos intangibles, sin orden ni prioridad aparente, y ver su valor en la obra del Señor.
Primero que nada, para que la iglesia pueda llevar a cabo el crecimiento y desarrollo del creyente, debe contar con el concurso de gente preparada para tal fin. Es por ello que los dones espirituales y las capacidades naturales juegan un papel determinante en la administración de lo que se predica: El evangelio del Señor Jesucristo. Los dones tienen una naturaleza y un propósito espiritual. Son capacidades dadas por Dios Trino para la iglesia.
Efesios explica que Cristo dio los dones para que todos los que formamos la iglesia, que es su cuerpo, estemos capacitados para servir y dar instrucción a los creyentes. Romanos establece que Dios nos ha dado a todos diferentes dones. Dios nos autoriza para trabajar en la iglesia, y ese trabajo debemos hacerlo como corresponde a un seguidor de Cristo. Así, todo lo hacemos por y para el Señor. Cristo es el que hace que Su iglesia trabaje en armonía y en amor.
Por otro lado, los talentos naturales son todas aquellas capacidades que tienen que ver con la vocación que Dios da a cada persona, son la disposición, facilidad e inclinación que tiene la gente para hacer algo bien. Estas capacidades se dan para que el hombre pueda defenderse y suplir sus necesidades, mediante la paga monetaria que resulta de un trabajo bien hecho. La iglesia también se sirve de estas capacidades naturales.
Segundo, el tiempo es una magnitud física fundamental, entendiéndose como un proceso que se repite de una manera idéntica e indefinidamente. La medición de ese tiempo y su distribución es una invención humana, producto de la observación educada de los ciclos que rigen a la naturaleza. La mayoría de las actividades del ser humano están regidas por el tiempo, ya que éste nos ayuda a poner en orden nuestro día. Nos indica qué deberíamos estar haciendo, o cuándo algo va a suceder. Dios nos da el tiempo para que a lo largo del día podamos hacer todo lo que corresponde al trabajo, la vida familiar, espiritual y eclesial. El tiempo, como todo bien inmaterial, es el más susceptible a perderse y a mal administrarse. Perder el tiempo es lo más común y peligroso para el ser humano. Proverbios nos habla del valor de la laboriosidad a partir del ejemplo de las hormigas. Ellas son muy diligentes en la preparación para el futuro. El sabio proverbista nos insta a aprender de ella.
Tercero, Dios nos hizo seres humanos individuales. El Señor se complació al otorgar características particulares a cada uno de nosotros, pues su mayor deseo era establecer relaciones de amor con personas provistas con personalidades únicas. La personalidad es el término con el que se suele designar lo que de único y singular tiene un individuo, además de las características que lo distinguen de los demás. La personalidad también implica prever cómo actuará y cómo reaccionará una persona bajo diversas circunstancias. El Salmo 139 establece claramente que Dios nos conoce de manera profunda pues nos creó y diseñó, supervisando personalmente la formación de nuestro ser desde el primer día de nuestra vida. Asimismo, El Señor nos escoge para trabajar a través de nosotros, haciendo uso de cada una de las características particulares que componen nuestra personalidad.
Es así como la Biblia registra el accionar de una gran cantidad de personas con personalidades variopintas que sirvieron a los propósitos de Dios sin dejar de ser y reaccionar tal y como eran, de acuerdo a su particular manera de pensar y actuar. Ejemplos hay tantos como personajes tiene la Biblia: Moisés, un hombre valiente y acomplejado; Rebeca, una mujer intrigante y maquinadora; David, soñador, melancólico y arrojado; Elías, fuerte, confiado, depresivo y temeroso; Jonás, testarudo, histérico y caprichoso; María, obediente y sumisa; Pedro, impulsivo y genuino; Pablo, temperamental y asertivo. Todos ellos sirvieron a Dios como buenos mayordomos de su vida, haciendo uso de todos los rasgos que Dios mismo les dio, y que los capacitaba para trabajar a favor del Señor.
Los dones, los talentos, el tiempo y la personalidad son intangibles que rara vez tomamos en cuenta a la hora de evaluar nuestros activos. Siempre ponemos sobre la mesa los recursos monetarios y materiales que son visibles y claramente contables. Muchas veces consideramos que eso es lo que nos define, que además es lo único con lo que contamos para contribuir. ¡Cuán equivocados estamos! Si algo aprendí de mi clase de consultores es que enfocarse en lo objetivo y tangible a los ojos es una visión miope e incompleta de la realidad. Hay intangibles monumentales que, cuando se hacen visibles, cambian el panorama de manera monumental.
¿Cómo cultivamos nuestros bienes inmateriales? ¿Cómo cuidamos y administramos aquello que es tan abstracto e invisible a nuestros sentidos? ¿Cómo los ponemos al servicio del Señor?
Una respuesta a «El valor de lo intangible»
Exelente tu artículo Helena muy nutritivo, me encantó porque presisamente estoy tratando eso de lo intangible, por mi trabajo con las Criptomonedas. Gracias amiga.