“Por medio de lo que Dios ha creado, todos podemos conocerlo, y también podemos ver su poder. Así que esa gente no tiene excusa, pues saben de Dios, pero no lo respetan ni le dan las gracias. No piensan más que en hacer lo malo y en puras tonterías. Creen que lo saben todo, pero en realidad no saben nada”.
El mundo va en una carrera desenfrenada hacia la rebelión divina. Dios ha dispuesto las cosas en medio del orden y la armonía, y el hombre se ha empeñado en desvirtuar los valores detrás de esa organización divina. La Biblia es clara con respecto a lo que ha llamado acertadamente la injusticia del hombre en contra de la justicia de Dios. Romanos 1 es duro con respecto a este tema.
El tema central de Romanos es la justificación del hombre pecador de parte de Dios por medio de la fe, la cual lleva al hombre a creer que la muerte y resurrección de Cristo es suficiente para salvarle de la muerte eterna. La justificación es un término legal que significa “hacer justa a una persona que no es justa o que ha sido culpada de un acto de injusticia”. Eso es exactamente lo que Cristo hace con el hombre pecador: Lo presenta justo ante la presencia del Juez celestial (Dios), una vez que el pecador se acerca con fe a su abogado (Jesús) y lo hace su Salvador y Señor.
Pablo saca partido de todos los conceptos del derecho y la justicia romana (que es la base del derecho internacional hasta el día de hoy) para explicar los misterios del plan de salvación. Siendo que el tema de Romanos es la justificación, no hay mejor manera de comenzar la carta que haciendo un contraste entre la justicia de Dios y la injusticia del hombre.
El pasaje de 1:18-32 es un relato crudo y triste de cómo el hombre convirtió la creación de Dios en un caos estropeado por el pecado. Es imposible estudiar Romanos 1 sin revisar Génesis 1. Mientras Génesis describe el mundo perfecto creado por Dios (su justicia, que se traduce en belleza, orden y propósito), Romanos recrea un mundo muy diferente, donde ya nada es lo que debería ser (la injusticia del hombre, que se traduce en fealdad, desorden y despropósito). Aquí, Pablo utiliza dos conductas abominables para explicar el caos producido por el pecado. El término “abominable” describe aquellos pecados que atentan contra Dios o contra la humanidad, razón por la cual el Señor las detesta y no tiene paciencia con tales conductas.
Por un lado, la idolatría es la primera prueba de desorden y despropósito. El cosmos fue creado con jerarquías, donde Dios trino ostenta la primera posición, como Creador y Señor. El hombre está por debajo de Dios y debe adorarle, los animales están por debajo del hombre y deben servirle de alimento y de ayuda. Pablo explica que ese orden ha sido trastocado de manera vergonzosa: El hombre adora a los animales y a su prójimo, no a Dios. Esta idolatría es contraria a la justicia y al propósito de Dios, y atenta contra Su Persona.
El problema con la idolatría está en atribuir cualidades divinas, que sólo pertenecen a Dios, a los animales y las cosas que Dios ha creado. Sólo Dios es digno de ser adorado, sólo Él merece todo el honor y el reconocimiento. Sólo a través de Él hay salvación. Adorar a los santos, a la virgen María o algún elemento portentoso de la naturaleza es algo terrible para Dios porque atenta contra Su deidad y omnipotencia. Todos necesitamos entender que ningún ídolo de madera, cerámica o incluso oro tiene poder para salvarnos. Ninguna figura inanimada puede tomar el lugar de Dios en nuestro corazón.
Por el otro lado, la homosexualidad es otra prueba indiscutible del desorden e injusticia del hombre. Dios ha creado al hombre y a la mujer para que mediante el sexo puedan reproducirse. La humanidad en su pecado ha decidido practicar el sexo con personas de su mismo género, atentando así con la preservación de la especie humana. Este es un despropósito que la verdad y la justicia de Dios no pueden soportar.
En estos días me pasaron un video donde un pastor joven reflexionaba acerca del adoctrinamiento en cuanto al movimiento LGTB+. Lo más impactante era ver cómo él se paseaba por todos los canales infantiles de cable y mostraba cómo hacían propaganda a esos estilos de vida, justamente en junio, el mes del orgullo gay. Ese pastor no hablaba de aceptar o no la libertad de géneros, no. Simplemente hablaba sobre cómo los niños de hoy estaban expuestos a este tipo de doctrinas, donde los géneros ya no son binarios, hombre o mujer. La variedad de géneros es tan amplia que recordarlos sería una tarea titánica para cualquier mente.
La cosa con este tipo de exposición está en el hecho de que busca la normalidad en medio de lo que es contra natura. Han revestido el movimiento LGTB+ en un asunto de discriminación y lo han convertido en una causa a favor de los derechos del hombre. ¡Nada que ver con los derechos universales por los que pelearon los franceses a brazo partido por allá en el siglo XVIII! Ojo… no estoy diciendo que el ser humano de cualquier condición no pueda ejercer sus derechos. Lo que sí estoy diciendo es que esos derechos están condicionados por una serie de realidades biológicas que también son inalienables e indudables.
La idolatría atenta contra la integridad de la persona trina de Dios. Si adoramos otras cosas desvirtuamos al Señor de todo lo creado, incluyendo en esa creación al hombre. La homosexualidad atenta contra el ser humano porque el primer propósito del sexo es la reproducción, y esta se logra solamente entre la unión sexual de un hombre y una mujer. La homosexualidad pone en peligro la preservación de la raza humana.
El punto focal de Romanos 1 es claro: El hombre pecador no tiene excusas. Dios ha mostrado Su orden y propósito de muchas maneras. El hombre es injusto y Dios no soporta esta condición, por eso Él ha orquestado un plan para hacer justo a quien es injusto. De eso se trata Romanos, y Pablo aborda el tema desde el primer capítulo de su carta.
Esto de la idolatría y la homosexualidad son temas muy duros porque estas conductas han calado profundamente en nuestro mundo, aunque sus prácticas datan desde tiempos muy antiguos. Ahora, ya he discutido el punto de vista bíblico en torno a estos temas, pero ¿cuál debe ser la actitud del hombre ante estas prácticas? Yo creo que la justicia le corresponde a Dios, es a Él a quien ofenden con tales conductas. A nosotros nos corresponde actuar con misericordia.
Sin embargo, hacia el final del capítulo 1, Pablo hace una lista de pecados terribles que parece recordarnos que, si no somos idólatras u homosexuales, de igual manera somos pecadores. Allí están los malvados, fornicarios, envidiosos soberbios, altivos, engañadores y otros pecadillos que parecen apuntarnos con el dedo acusador, y nos preguntan a la cara qué vamos a hacer ante estas conductas que son igual de injustas y reprobadas por Dios.
La verdad es que nadie, nadie, está exento de pecado.