“Dios considera las oraciones tanto como un padre sabio podría considerar las solicitudes de un niño”. Philip Yancey.
Lo más interesante de adentrarse a un libro bíblico, es que este te abre las puertas a un mundo muy antiguo, que no conoces, y cuyos valores son totalmente sorprendentes, pues son muy diferentes a los de hoy. Esto me sucede siempre… Y, de todos los elementos que pudieran entrar en juego, es la cultura la que más me seduce. ¡Qué de cosas nuevas se ven en estos libros!
Nehemías es un libro del Antiguo Testamento que ofrece toda una experiencia cultural. Allí, estamos en una época de cautiverio, donde Nehemías, su héroe, es el copero de Artajerjes, el rey de Persia. Lo primero que menciona el autor es la tristeza de Nehemías, tan palpable que hasta el rey se da cuenta de su estado de ánimo. ¿Alguna vez has estado tan triste que todos lo notan? ¡El pobre Nehemías se estremece de miedo porque mostrar alguna emoción ante el rey le puede costar la vida! Los reyes eran muy autoritarios y hasta malcriados, cualquier persona que le desagradara podía ser expulsado y mandado a matar.
El caso es que, tal parece que Nehemías es un siervo apreciado por su señor… Además, ha pasado unos cuatro meses orando a Dios para encontrar una solución a su problema. Pero, dirás tú, ¿cuál es el problema de Nehemías, que lo tiene tan acongojado? No es nada personal, parece mentira, pero sí es de una importancia vital… Jerusalén, la ciudad donde residen los restos de sus antepasados, está en la ruina, con sus murallas destruidas, a merced de enemigos y bandidos, completamente desprovista de protección. Eso es lo que sucede… Gracias a Dios, Nehemías cuenta con el favor del rey, y éste lo envía a su tierra a construir las murallas.
Sí, en la antigüedad, las ciudades eran amuralladas, con grandes puertas que se cerraban de noche. Aún se pueden ver muchas de esas murallas y puertas por toda Europa, testigos de un pasado glorioso, pero muy inseguro y difícil. La congoja de Nehemías no es poca cosa, y su premura por atender el desperfecto es más que entendible.
Nehemías se va a Jerusalén y emprende la tarea de reconstruir las murallas de la ciudad… Entonces, hay un recuento de puertas de lo más interesante. Esas puertas marcaban el trabajo por tramos, y eran asignadas a los gobernadores de la región, ¡Hasta las hijas de uno de ellos ayudaron en la reconstrucción! (me imagino yo que, a falta de hijos, buenas somos las hijas). Hay una puerta de los Pescados, la puerta de Jesaná, la puerta del Basurero, la puerta de la Fuente, la puerta del Agua, la puerta de los Caballos, la puerta de la Inspección y la puerta de las Ovejas. También se mencionan muchísimos tramos, una muralla Ancha, y una torre de los Hornos que se detallan con propiedad, como dando direcciones y señales a personas que conocen la zona. Como puedes ver, el trabajo está muy organizado y cuenta con el concurso de todos.
Pero, no todo es como lo pintan… Comienza a levantarse una oposición tenaz contra los constructores, e incluso esos enemigos destruyen mucho de lo construido. No contentos con esto, muchos otros se burlan de Nehemías y los constructores, minando el ánimo de todos. ¿Y qué hace el líder de la obra? ¿Se molesta? ¿Arremete contra los detractores burlistas? ¿Organiza un ataque? Pues, no. Nada de eso… Nehemías utiliza una sola arma: La oración constante, tipo bala. Esa oración de auxilio que demuestra donde la persona está parada, espiritual y anímicamente.
Ya te he contado lo mucho que me afectan las burlas. En una situación así, lo menos que hago es orar. Pero, Nehemías está hecho de otro tipo de material, su fortaleza sobrepasa cualquier adversidad, porque es que él no sólo se fue a Jerusalén con el apoyo del rey Artajerjes. En realidad, él ni siquiera contaba con ese rey cuando comenzó a orar por esta reconstrucción, El apoyo principal de Nehemías siempre estuvo en su Dios, y ese Dios usó al rey para lograr Su propósito.
Hay tantas, pero tantas oraciones en ese libro de sólo 13 capítulos. A veces son oraciones largas, llenas de reconocimiento, adoración y tristeza. Otras son cortas y rápidas, porque la situación así lo amerita. Es que, no se puede leer a Nehemías sin tropezarse con una oración en cada capítulo, en cada incidente, casi que en cada tramo. Contrario a lo que uno pueda pensar, allí no se encuentra una bitácora de un albañil. Lo que encontramos es el diario de un líder con una fortaleza espiritual única, mientras se reconstruyen las fortalezas físicas de la ciudad de Jerusalén, del gran rey David.
A veces creemos que nuestra protección está en los muchos sistemas de seguridad que puedan rodear nuestra casa, el dinero que tengamos en nuestras cuentas, o los seres queridos que nos acompañan en la vida. Y todas esas cosas son importantes y necesarias… Si no fuese así, Nehemías no se habría empeñado en la reconstrucción de las murallas. No me mal entiendas, la seguridad de todo tipo, tal como las fortalezas, se necesitan. Pero, nada de eso tiene valor si Dios no está de primero en la ecuación. Allí radica el éxito de Nehemías, y también el nuestro.
Un buen líder sabe que necesita a Dios. Y tener a Dios a su lado lo lleva a ser una persona sensible a otras necesidades, lo hace un líder capaz de quitarse las gríngolas y ver las muchas cosas que están pasando a su alrededor. Nehemías no sólo lideró la reconstrucción de los muros de Jerusalén, también llevó al pueblo que habitaba allí a una reconstrucción espiritual sin precedentes, en una época de duro cautiverio y de dolor nacional. Después que los muros fueron puestos en su lugar, el pueblo reconoció su pecado y regresó a su verdadero Señor. Nehemías y Esdras condujeron a la nación a una recuperación total. De la mano de Dios, como única bandera.
Ése es el poder de la oración… ¿Lo has experimentado?
Una respuesta a «Nehemías: El poder de la oración constante»
En la vida hemos escuchado hablar de las siete maravillas del mundo antiguo, pero nada se compara con las maravillas que hace Dios a través de la oración hecha con un corazón contrito y humillado. Nehemías es uno de los grandes ejemplos que encontramos en las escrituras y nos enseña a no emprender nada en la vida sin la cobertura de una buena oración con fe.