(Esto que vas a leer a continuación corresponde a una tarea de mi curso de filosofía. Lo incluyo aquí en el blog porque es parte de lo que estoy haciendo últimamente. No te apures por entender, yo lo escribí, lo procesé con mis propias palabras, pero eso no significa que lo comprenda en su totalidad. Pero, es bueno de vez en cuando enfrentarse a cosas que nos sacan de nuestra zona de confort. Aún no han corregido este escrito, así que no sé si es del todo correcto. Sólo léelo y ya te diré luego qué resultó de todo esto).
“El lenguaje es la casa del Ser. En su hogar habita el hombre. Los que piensan y los que crean con las palabras son los guardianes de este hogar.” Martin Heidegger, Carta sobre el Humanismo, 1947
Como una persona que siempre ha estado fascinada por el lenguaje, esta cita de Martin Heidegger (filósofo alemán que dedicó gran parte de sus reflexiones al ser) es explosiva pues, a simple vista parece dar en el centro de todo lo que el lenguaje significa para quien lo aprecia y disfruta: Un poder ilimitado de comunicación humana por excelencia. Decir que el Ser se aloja, cómodamente como me gusta imaginarlo, en el lenguaje es decir prácticamente que este último lo es todo en la construcción de la realidad. Pero, como muchas de mis experiencias con la filosofía, esta visión romántica de mi amado lenguaje está algo equivocada.
La filosofía se plantea muchas cosas y cavila en ellas como problemas en los que vale la pena pensar, pero que no necesariamente tienen una salida satisfactoria. Estos problemas se presentan como grandes interrogantes que unos pocos hombres se detienen a examinar y a dar su equivoca y polisémica visión. De esas interrogantes hay dos que parecen ser un verdadero quebradero de cabeza: Dios y el Ser. Y yo agregaría una tercera: El problema de la realidad, que le ha quitado el sueño a más de uno. ¡La verdad es que yo, desde que entré a este mundo de la filosofía, no he podido dormir corrido!
¿Qué tiene que ver el Ser con el lenguaje? Mucho… Es el lenguaje el que activa todo lo que el Ser es y necesita expresar, a través del ES, del verbo pues. ¿Quién es el hombre? “El hombre ES un ser vivo”, “el hombre ES un ser racional”, “el hombre ES el todo”. Visto de esa manera, el Ser es en realidad un sintagma nominal, básicamente un sujeto. Así, el Ser es un asunto nominal, aunque algunos pensadores niegan esto, reduciendo el Ser a un simple predicado. (No Kant, quien dijo el Ser no era un predicado real). Pero, en realidad el predicado está compuesto por un sintagma nominal. Sí, la lingüística también tiene su manera particular de enredar las cosas…
Más allá de mi visión idealista del lenguaje, este sistema presenta sus límites y se queda corto en su tarea de asistir al Ser en la necesidad de definirse. Resulta que el Ser es un concepto muy grande, escurridizo, imposible, indefinible, nada concreto. SOMOS, pero no sabemos cómo definirlo, se nos escapa, es incomprensible para la finita mente humana. ¡Es tan contradictorio el que no podamos expresar todas las implicaciones de lo que somos! ¿O será que realmente no tenemos acceso a todo lo que entraña el Ser?
Los pensadores del medioevo encontraron en el ENTE una manera bastante decente de acercarse al problema del ser. El Ente cosifica al Ser. Mediante el Ente podemos hacer del Ser una cosa, podemos hacer de ese Ser algo concreto, un fenómeno que podemos categorizar, que puede conceptualizarse. Desde el punto de vista lingüístico, el Ente es el participio presente del verbo SER. Si recuerdo bien mis clases de la universidad, este tiempo verbal cayó en completo desuso, realmente no sé cómo se habrá usado en el pasado. Sin embargo, el Ente ahora es un sufijo de todo sustantivo que define a aquel que hace algo: El Ser que preside un país ES un presidente, el Ser que asiste al que preside se llama asistente, y así sucesivamente. Seguramente en el medioevo los usuarios del lenguaje usaban perfectamente el participio presente. Para ellos el Ente era un elemento cotidiano.
Siendo el Ente un concepto gramatical en desuso, a principios del siglo XX Heidegger se deshace del mismo y se atreve a acercarse al Ser desde el Ser mismo. Visto así, creo que Heidegger le otorgó a la ontología su sentido más puro: Vamos a estudiar el Ser a partir del Ser, “el Ser en cuanto a Ser”, como diría el profesor José Tadeo. Porque, en realidad, el Ser es superior al Ente, entonces es el Ser el que realmente importa, nada más. Muy bien… Sin embargo, creo que, en su pureza, Heidegger complicó todo el problema del Ser de manera exponencial.
“La ontología es la parte de la metafísica que trata el ser y sus propiedades trascendentales”. (No es mío el concepto, es de la RAE). Ya lo había dicho Kant, lo que la ciencia no puede explicar, no puede solucionar satisfactoriamente, la metafísica lo adopta y trata de encontrar un piso donde asentarlo firmemente, para que pueda ser examinado con otras herramientas, si se quiere más recursivas, me atrevo a agregar. En otras palabras, si falla la ciencia siempre se puede ir más allá. Bueno, la ontología rompe la barrera de lo físico para explicar lo que a simple vista parece no tener explicación.
Kant, uno de los filósofos más preclaros, reconoce dos partes distintivas en el Ser, una visible, concreta llamada Fenómeno, y otra íntima, que no se ve llamada Noúmeno. El Fenómeno se manifiesta y se capta a través de los sentidos, es la parte más objetiva del Ser. El Noúmeno es todo aquello que hace que el Ser sea, pero no es perceptible por los sentidos, está allí, aunque no es visible. (Creo que el Noúmeno es el alma). Ambos componentes entrañan la realidad.
Me gusta pensar que podemos tener acceso al Noúmeno cuando intimamos significativamente con nosotros mismos y con los demás. Para mí no tiene sentido poseer algo tan intangible a lo que nadie tiene acceso. Tiene que haber momentos donde la careta cae y mostramos nuestro propio ser. Sólo pensando un poco, pues…
¿Cómo dar respuesta al problema del Ser? Eso nos ha preguntado el profesor… ¿Qué le hace pensar que tenemos la respuesta a esta pregunta tan profunda? Yo sé que estas interrogantes se plantean en mentes inquisidoras, inquietas, que levantan roncha, que molestan. ¿Tendré yo ese tipo de mente? Eso me pregunto cada viernes en la tarde. ¿Tengo lo que se requiere para hacerme preguntas sin salida fácil?
Por lo pronto, me apresto a ser… A entender las cosas como cosas, a tener la certeza de que existo, y como todo ser que existe tengo un propósito. Lo que más me gusta es saber que tengo un elemento que es pero que nadie puede ver. Ese Noúmeno, estoy segura, es lo que realmente soy. Esa parte intangible me define, más allá de lo que todos ven. Creo que ese Noúmeno me hace eterna. A eso me aferro con esperanza.
El problema del Ser que lo piensen y solucionen otros. Yo me contento con tener suficiente comprensión del tema como para poder expresarlo con soltura limitada en mis propios términos. Lograr eso ya es para mí monumental.
(Como te puedes dar cuenta, la filosofía se ocupa de cosas que ella misma denomina “problemas”, pero que la Biblia plantea desde otro punto de vista. He tenido que aprender a callar mi boca y frenar el impulso de intervenir en clase para acotar que Dios no es un problema, que si se quiere saber de Él lo único que hay que hacer es buscarlo, y que ese mismo Dios tiene muy claro qué es y quién es el ser. He entendido que la filosofía es un espacio diferente, donde se pregunta, pero no necesariamente se aportan respuestas, y esto es quizás lo que más me cautiva de ella. Espero que este escrito nos haya hecho pensar un poco, ¡al menos para reconocer lo poco que sabemos tú y yo! Es que, en realidad, sólo sabemos que no sabemos nada).
7 respuestas a «El problema del Ser»
Pienso y espero para comprender
Claro, el predicado está compuesto por un sintagma nominal….ya hay oración al decir: «Yo Soy»
Mmmmm….con razón te cuesta conciliar el sueño, esto es complejo!
Y sí, no tenemos acceso a todo lo que entraña el Ser….al menos yo no lo tengo!
Cada día me gusta mas este blogg!
Yo también soy un Neuneno, si entiendo que se refiere a que soy un alma, y creo que todos somos un alma….pero solo lo creo…no lo se!
Gracias, Francis por tan sesudas reflexiones