“La mente del hombre planea su camino, pero el SEÑOR dirige sus pasos”. Proverbios 16:9
En estos casi dos años de pandemia del Covid-19 son muchas las cosas que he hecho, aún en medio de la inactividad normal que signan los escenarios de riesgo como el que vivimos. He consolidado mi trabajo voluntario con Sociedades Bíblicas y con la administración de la empresa familiar, he enriquecido mi vida interior en medio del encierro y la soledad, he leído y estudiado hasta el cansancio. Pero una de las actividades que más satisfacciones me ha brindado es el escribir este blog. Y en ese proceso, hay un tema recurrente: La migración de mis hijos y mi “inminente” visita a sus hogares. ¿Cuántas veces he escrito sobre lo mucho que los extraño? Tengo más de dos años que no veo a Roger y a Juan. Eso es muy difícil para mí, muy a pesar de que la comunicación con ellos es diaria y continua.
En principio la idea era ir en diciembre de 2019, a sólo unos meses de su partida. Mi viaje sería por solo un mes, 15 días en cada país… Pero, no había dinero para emprender ese viaje. Mi tristeza se mitigó bajo la promesa de una nueva fecha y más tiempo de visita. Luego hablamos de marzo 2020, compraríamos los pasajes en febrero… De nuevo, el dinero no ayudó. El 16 de marzo se declaró al Covid-19 una pandemia de proporciones mundiales, y lo demás es historia. Todo se canceló, no sólo el viaje al Cono Sur sino también cada compromiso adquirido con meses de antelación. Adiós a los viajes, a los entrenamientos presenciales, a la vida como la conocimos. La nueva realidad nos cayó encima, ahogándonos sin misericordia.
Pasó todo el 2020, estático, inactivo, ocioso, fastidioso, retador. El 2021 llegó con la promesa de vacunación contra el Covid-19, y entonces me dediqué a buscar jornadas para vacunarme, segura de que no podría viajar sin las dos dosis reglamentarias. Muchas colas, negativas, desorden, frustración. Finalmente, en agosto logré la vacunación completa. Y comencé a fastidiar a mi familia con el viaje. Hubo que esperar que Argentina y Uruguay abrieran sus fronteras sin restricciones… ¡Paciencia, pues! Prometieron abrir los países al turismo en noviembre, y entonces adquirimos los pasajes y extendimos la estadía por ¡3 meses! No podía creerlo, finalmente, después de casi dos años de espera voy a visitar a mis hijos.
Ha llegado el momento tan esperado, tengo 2 meses que no pienso en nada más. Hemos hablado tanto del tema y de los planes para esos tres meses de estadía que ya aburre la cosa. Juan y Roger han tenido mucha paciencia conmigo, atienden todas mis llamadas, escuchan mi emoción y planes todas las veces que yo quiero, se empatan en la compra de boletos, atracciones, visitas, libros que quiero leer, todo. Mi esposo está muy celoso de toda la atención que esos chicos me prodigan. Todo es muy emocionante.
La Biblia relata varios reencuentros familiares llenos de emoción y temor. Jacob y Esaú se separaron de manera terrible, después que Rebeca y su lampiño hijo menor urdieron la usurpación de la primogenitura que por derecho le pertenecía a Esaú. Años después, cuando Jacob debe pasar por el territorio de su hermano, el patriarca atemorizado manda una comitiva que prepare el terreno, ante una posible afrenta por parte de Esaú. Éste, lejos de lo que se esperaba, recibe a su hermano con los brazos abiertos. Ese encuentro fue hermoso, lleno de perdón, emotivo y familiar.
María, la madre de Jesús, al saberse embarazada de manera tan sobrenatural, decide emprender un viaje a visitar a su prima Elisabet. Me imagino que la chica necesitaba entender todo lo que le sucedía, ¡y qué mejor manera que hacerlo con una mujer vieja y experimentada como la madre de Juan El Bautista! Ambas estaban pasando por lo mismo, me imagino sus conversaciones en torno a lo que les deparaba el futuro. María se quedó en casa de Elisabet por espacio de tres meses, un tiempo más que suficiente para recargar las fuerzas y enfrentar los retos que tenía por delante.
A veces me pregunto qué habría pasado si yo hubiese viajado los primeros días de marzo 2020… Lo más seguro es que no haya podido regresar al país, ¡creo que más bien estaría preparando un viaje de regreso a Venezuela! Pero Dios sabe todas las cosas, Él no iba a permitir que nada fuera de Su voluntad me sucediera. Una cosa es querer visitar a mis hijos y otra muy diferente es quedar atrapada lejos de mi hogar… Por eso es que este proverbio es tan acertado, “La mente del hombre planea su camino, pero el SEÑOR dirige sus pasos”. Sí, el hombre puede planificar su vida, pero es Dios quien tiene la última palabra.
Esta larga estadía en el Cono Sur me dará la oportunidad de reseñar mi viaje en este blog… Prometo escribir dos veces a la semana para que ustedes recorran conmigo los destinos que visitaré. Prometo hablarles de mis impresiones en cuanto a todo lo que experimente. No me guardaré nada. Seré tan cándida como siempre he sido.
Puede que estos pocos días que quedan antes del viaje sean ocupados y acontecidos. Debo preparar maletas, recoger todo lo que la familia quiere enviar, y hacerme exámenes de Covid-19. Así que, si no escribo, ya sabes que lo haré al llegar a Uruguay. Créeme, no te perderás de nada.
Chicos, ¡Allá voy!
3 respuestas a «¡Por fin!»
Qué emoción Francis!!! Me alegra infinitamente que ya estés muy cerca de visitar a tus hijos. Soy testigo de cuanto anhelas este viaje. Dios siga bendiciendo y guiando todo para que todo salga bien.
Buen viaje! disfruta mucho del tiempo que tendrás con tus hijos, Dios te bendiga.
Felicidades por ese viaje … Enjoy