¡Ya sé leer!
Cuando estaba aprendiendo a leer (en mi época se hacía justo en primer grado, con 6 años de edad) mi tía Dilia me conducía en la práctica usando un silabario que estaba justo en las páginas centrales de mi libro Coquito. Me encantaba practicar la lectura con mi tía, pues ella era irreverente, graciosa y hacía muy divertida la labor de aprender y afianzar la fluidez. Recuerdo que señalaba con su dedo cada una de las sílabas para que yo fuese leyendo. Siempre construía oraciones fáciles, alimentadas con nuestra realidad familiar. Otras veces me hacía leer cosas atrevidas para una niña pequeña, provocando gritos y risas cuando yo me percataba lentamente lo que leía, de acuerdo a su guiatura traviesa.
Después pasé a un libro que se llamaba, alentadoramente, ¡Ya Sé Leer! ¡Cómo me gustaba ese libro de lectura! Era precioso, con ilustraciones a todo color y con pasajes de lectura un poco más estructurados, cortos, de una sola página. Los temas eran variados, apropiados para la labor educativa y la enseñanza de efemérides, y el quehacer escolar e infantil. Mucho después de superar la etapa del silabeo y la lectura inicial, ¡Ya Sé Leer! aún era mi libro favorito. Ya de adulta lo he buscado para comprarlo, atesorarlo, compartirlo con mis hijos y sobrinos, pero, como todo en esta vida, ya la edición de ese amado libro no existe.
Todos los niños comienzan a leer en voz alta, y en esa maravillosa etapa de descubrimiento, los pequeños leen todo lo que tropieza con sus ojos: Los avisos de tránsito, las vallas publicitarias, los empaques en el supermercado, las etiquetas de la ropa, el libro que lee su madre (por encima, violando el espacio y privacidad de la lectora), y todo lo que está a su alrededor. Es una actividad divertida, retadora, intoxicante, porque es emocionante descubrir todo lo que el mundo de las letras puede ofrecer. Con el paso del tiempo, esa emoción cede, para dar paso a la apatía y el fastidio. ¡Cuánto perdemos de la novedad de las primeras lecturas!
La lectura en voz alta no es una práctica de un lector adulto, entrenado en las lides de las letras. De hecho, hoy en día se considera de muy mala educación leer en voz alta… Se nos ha enseñado que una lectura madura, adulta y articulada debe hacerse mentalmente, para favorecer la comprensión, y la rapidez. Sí, porque resulta que la lectura ahora debe ser rápida, aséptica, emocionalmente despegada… ¡Por Dios! ¿Qué hemos hecho con el placer de leer porque sí, porque me gusta? ¿Qué hay de malo con la lectura en voz alta, para gozar de sus matices, para modelar el dramatismo, la intriga, la sorpresa, las emociones que imprime el autor en sus páginas?
Las últimas dos o tres semanas he estado apoyando a Sociedades Bíblicas con un maratón de lectura ininterrumpida de la Biblia. La edición 2021, y creo que la del año pasado, son encuentros virtuales online, a través de la plataforma ZOOM. Mi trabajo ha sido conducir las inducciones de entrenamiento para ayudar a los participantes a concientizar la mecánica de la lectura en voz alta. Todas las personas que se han registrado, o al menos los que yo he visto en la inducción, son adultos, educados, preparados para la lectura. Todos son lectores asiduos de la Biblia, nadie duda de su capacidad lectora. Pero, a lo largo del proceso nos hemos encontrado con algunas sorpresas.
La realidad es que la lectura pública, en voz alta, tiene sus retos, retos un tanto difíciles de superar. Una de las principales trabas es el miedo escénico. Todos los participantes expresan temor y nerviosismo cuando se le pide leer en las prácticas que se orquestan como parte de la inducción. Pero, no son sólo los nervios los que arruinan la lectura… El adulto no está acostumbrado a leer en voz alta. ¡Es una verdadera lástima que tan pronto olvidemos los pequeños placeres de la vida!
La lectura en voz alta era la norma en la antigüedad, en los tiempos bíblicos, porque en esa época sólo un 3 a 5% de la población sabía leer. En esos tiempos, saber leer y escribir no era un valor y tampoco era muestra de una educación básica. Estas eran capacidades elitistas, muestra de una educación esmerada, con privilegios. Otras veces, leer y escribir sólo eran instrumentos de un oficio especializado, como cualquier otra labor profesional. Los reyes se rodeaban de escribas y lectores para que registraran sus crónicas y leyeran cartas y otros escritos según fuese necesario.
En 2 Reyes 22 relata cómo se encuentran unos rollos de la ley durante unas reparaciones de templo de Jerusalén, durante el mandato del rey Josías. Cuando el cronista Safán lee en voz alta los rollos ante el joven rey, éste rasga sus vestiduras en señal de dolor ante tanta infidelidad que denunciaba la Palabra del Señor. Este episodio no sólo muestra el valor de la lectura constante de la Biblia, sino el hecho claro de que Josías no sabía leer, tenía un siervo para esas lides. Y sí, la lectura siempre era, indefectiblemente, en voz alta. Ya, más adelante en la cronología bíblica, nos damos cuenta que Jesús sabía leer, y además lo hacía con propósito y circunstancia. ¡Siempre me ha causado curiosidad como un pobre artesano, humanamente hablando, pudo tener acceso a ese tipo de educación!
Leer en voz alta no es fácil, no… Algo pasa a lo largo del camino de la vida que nos aleja de actividades nutritivas, buenas para nuestra alma. Cuando éramos niños, no nos preocupábamos de la entonación, ni de la dicción, ni de la lectura corrida. Simplemente silabeábamos con placer, amparados por tías y abuelas que siempre tenían tiempo para prácticas llenas de risas y correcciones. Era una época donde la iluminación y los lentes no eran un factor determinante, donde lo único que importaba era descifrar lo que la valla decía, en voz alta, como testimonio gozoso del dominio de las letras.
¡Ay, tía Dilia, cuánto te extraño!
6 respuestas a «Leer en voz alta»
Siiiii! La
Lectura en voz alta es una aventura maravillosa…la había olvidado!
Gracias por recordarla!
Excelente…..
Me gusta leer en voz alta donde sea que me encuentre, bien sea atravez de un vidriera leyendo los títulos de los libros o dentro de la librería misma, jajajajaja me han dicho hasta mal educado.
Hola Francis!!!!, que linda lectura la que acabo de hacer, me gustó tanto que al llegar al final pensé que no se acabaría!!! Hermosa la tía Dilia!!!
Ohhhh que refrescante. De hecho comencé a leer tu escrito en voz alta 🙂
Gracias por esa frescura semanal
EN VOZ ALTA!!!! QUE RECUERDOS HERMOSOS… SIEMPRE SON HUMANOS TUS ESCRITOS, PERO ÉSTE ADEMÁS NOS HACE SONREÍR CON EL CARIÑO Y LA FAMILIARIDAD!