“Dios, felices son los que van por buen camino, los que de todo corazón siguen tus enseñanzas”. Salmo 119:1
La felicidad es una emoción que se produce en la persona cuando cree haber alcanzado una meta deseada. La felicidad suele ir emparejada a una condición interna o subjetiva de satisfacción y alegría. Algunos psicólogos han llegado a definir la felicidad como una medida de bienestar subjetivo que influye en las actitudes y el comportamiento de los individuos. Las personas que tienen un alto grado de felicidad muestran generalmente un enfoque positivo del medio que los rodea, al mismo tiempo que se sienten motivadas a conquistar nuevas metas.
En la Biblia el término para “feliz” es “bienaventurado” o “dichoso”. La Palabra de Dios reitera una y otra vez que Él quiere que sus hijos y los seres humanos en general sean felices, mediante una felicidad sana. Todo ser humano busca la felicidad, pero muchos la buscan en los lugares equivocados. La única felicidad que realmente satisface es la que viene de una comunión íntima y personal con Dios. Dios también establece en Su Palabra que la felicidad y la vida vienen de la obediencia a Sus mandatos. El salmista comienza el Salmo 119 colocando la base de una vida fructífera, exitosa, y conducida por buenos derroteros: Andar en la ley del Señor, guardar Su Palabra y buscarle con todo el corazón.
El salmista sabe que la dicha del hombre está en guardar y atesorar la ley de Jehová. Él reconoce que el bienaventurado es aquella persona que ve en la Palabra de Dios un tesoro que vale la pena no perder. El camino de los “bienaventurados” es un tema constante en la Biblia y en los Salmos. El Salmo 1, por ejemplo, dice que al varón feliz es aquel que Dios bendice porque ama Su Palabra y alegre la estudia día y noche. Porque es que, en la Palabra, la felicidad es un estilo de vida, no solo es un sentimiento pasajero, subjetivo y sujeto a circunstancias externas.
Para ser verdaderamente feliz hay que andar en los caminos de Dios, caminos que, además, son perfectos. En Juan 14:6 Jesús se define a sí mismo como el camino, quiere decir que “el Camino” ¡es una persona a quien hay que seguir si se quiere llegar a Dios y, por ende, ser feliz, dichoso, bienaventurado! Ahora, eso implica buscar a Dios con todo el corazón… ¿Cómo se hace eso?
En la Biblia la mente y el corazón no están separados de los sentimientos y la voluntad: El salmista busca y anhela una relación íntima con Dios. La Palabra dirige y conduce los pasos de esta búsqueda, y esta búsqueda a su vez resulta en más amor hacia la Palabra misma. La más grande felicidad está en andar en los caminos de Dios. Aquel que obedece a Dios y a Su Palabra están más preparados para no hacer lo malo y practicar el bien.
Cuando andamos perfectos en Su Camino, no contaminados por este mundo, guardando sus testimonios y le buscamos de todo corazón, experimentamos la verdadera felicidad. Pero se presenta un dilema: ¡Andar en los caminos de Dios y buscarle de todo corazón no es nada fácil! Sí, es cierto. Pero se puede lograr guardando los mandamientos divinos. Un mandamiento es un principio operativo general, una regla, una verdad, dada por alguien de autoridad. Nuestra tarea no es hacer leyes, eso es tarea de Dios, quien tiene toda la autoridad. Esto no deja lugar a la indecisión o al desacato. Sencillamente, el encargo es para ser obedecido. Esto implica una obediencia activa.
Ahora, este encargo no es sencillo de llevar a cabo. En el Salmo 119 el salmista aquí delata una larga y profunda experiencia de caminar con Dios, sin embargo, él reconoce humildemente que le falta más crecimiento. Entonces, aquí desprendemos un principio: Mientras uno crece en su experiencia con el Señor, su capacidad de cumplir la voluntad de Dios, expresada en Su Palabra, también crece y se desarrolla. El asunto no está en cuánto conocimiento tenemos de la Biblia sino cuánto la amamos y la obedecemos en nuestro corazón.
Pero hay un problema: Nuestros caminos no son ordenados… Por eso el salmista expresa varias veces a lo largo del salmo que quiere “corregir su conducta”. ¿Cómo podemos corregir nuestra conducta? ¿Cómo podemos ordenar nuestro camino? Hacer esto es vital porque si no ordenamos nuestro camino no seremos capaces de guardar los estatutos de Dios. Esto muchas veces crea en nosotros un sentimiento de frustración. Pero, el atender y guardar los mandamientos de Dios es la clave para borrar esa frustración. Este proceso no es fácil, ni ocurre de la noche de mañana. Hay que amar y vivir la Palabra de Dios para que nuestros caminos sean ordenados por Dios mismo. Es allí donde radica la verdadera felicidad.
El salmista, ante el encargo imperioso de guardar la Palabra de Dios, y afectado por su propia naturaleza fallida, toma una importante decisión: Tiene que mantener el propósito de guardar la Palabra de Dios y siempre depender de Dios para que Dios lo mantenga a él en una vida recta y feliz. Entonces, se dirige a Dios en una oración personal y le alaba.
El creyente que ama a Dios y a Su Palabra tiene más comunión con Él, goza de verdadera felicidad y puede expresar su alabanza libremente. ¿Comprendes verdaderamente los caminos de Dios? ¿Le buscas con todo tu corazón?
4 respuestas a «Salmo 119: 1-8. La felicidad expresada en un salmo»
Que viva la gente llene de Felicidad 😍 y AMOR.
Muy bueno y cierto el mensaje de hoy. Gracias hna por mostrar lo que tanto cuesta que veamos sobre la felicidad. Muchos la busan equivocadamente cuando es facil encontrarla siguiendo el camino de Jesucristo, guardando su palabra y viviendola como nuestro estilo de vida. Cierto hna que no es fácil pero con el apoyo de Dios todo es posible. Conocer nuestro proposito en el plan de Dios e involucrarnos en él es el comienzo a un camino a la felicidad. Gracias hna.
Bello muy bello lo que haces!!!!
Hija que bendición que Hayas perdonas que como tú. No OS enseñan y nos instruyen como tan hermosa labor a través de escritos para nuestra edificación y nutrición espiritual con Dios. Desde Colombia un abrazo fraternal.