“Humíllense del Señor, y Él los exaltará”. Santiago 4:10
No hay una virtud que yo admire más que la prudencia y el ser comedido. Tener la capacidad de escuchar y no precipitarse a decir todo lo que a uno le pasa por la cabeza es muy útil, pues ayuda a no meter la pata, a no sufrir por todo lo que sale de la boca, sin freno ni criterio. Quizás eso es lo que más me gusta de Santiago.
La primera vez que sabemos de Santiago, o Jacobo, es en ese famoso concilio de Jerusalén, donde se decidió qué hacer con los gentiles que aceptaban seguir la senda de El Camino, cuando creían en el Señor Jesucristo como su Salvador y Señor. El asunto es cosa seria, pues había que normar la conducta liviana de los gentiles, acostumbrados a ser y hacer todo aquello que les produjera placer, en una sociedad libre y libertina, politeísta y polígama. Permitir a tales personas la entrada a una comunidad eclesiástica tan regulada como la de los hebreos era una tarea titánica.
Pues, cuenta Hechos 15 que la decisión final de este concilio recayó en manos de Santiago, quien después de escuchar prudente y atentamente a Pablo y a Pedro abogar por los gentiles, el apóstol aceptó incluir a los no hebreos en la comunidad de cristianos, no sin antes exigir un cambio de conducta significativo. Allí, en lo dilatado de su participación y en el peso de su decisión radica el liderazgo y la autoridad de Santiago… Nadie objetó su decisión, nadie puso en duda su impronta. Todos obedecieron a sus sabias palabras y las pusieron en marcha y en rigor. Ese Santiago de este concilio es el mismo autor de la carta universal del mismo nombre.
La Carta Universal de Santiago es un texto de corte sapiencial. El escrito recoge consejos útiles para los cristianos que hacían vida en las ciudades romanas de la cuenca del Mediterráneo, en una época donde ser monoteísta es, no sólo contra corriente si no también peligroso y revolucionario. Pero, contrario a lo que se pueda pensar, sus sabios consejos no apuntan al auxilio de la vida en peligro, más bien buscan ayudar a los creyentes en el día a día, en lo cotidiano, con los retos que suponen ser cristianos en una sociedad con tendencias licenciosas.
Y es precisamente esas licencias morales de su generación lo que empuja el escrito de Santiago… La carta habla de las pruebas y las tentaciones, haciendo una distinción bien interesante e importante: Las pruebas son dadas por Dios para colocar al creyente en la única opción de depender sólo de su Señor. En cuanto a las tentaciones, Santiago aclara que no tienen procedencia divina, pues de Dios sólo vienen cosas buenas y perfectas.
Pero quizás lo más distintivo de la carta esté en su insistencia a ser cristianos consistentes. Santiago establece de muchas maneras que la práctica de aquello que sostiene la doctrina es vital, si de verdad se quiere ser un buen cristiano. Ayudar a los huérfanos y a las viudas, y alejarse de la corrupción es muestra palpable de una religión pura. Pero, en realidad, el asunto de la fe y las obras es la columna vertebral de esta carta. Santiago dice claramente que la fe sin obras es muerta, que esa fe no vale de nada si no viene acompañada de obras que la adornen y prueben su veracidad. En otras palabras, si Dios te ha dado fe para creer en Él, y fe para creerle a Él, entonces eso se tiene que ver reflejado en una vida piadosa que practica aquello que predica.
Esta relación entre fe y obras no le agradó a Martín Lutero. Simplemente, el reformador alemán no entendió cómo la postura de Santiago podía verse a cara a cara con la justicia que sólo se logra a través de la fe. El versículo de “el justo por la fe vivirá” que cambió el rumbo del pensamiento religioso de Lutero, parecía verse amenazado con lo que Santiago establece: De nada vale ser un creyente o un religioso ferviente si tus obras no son cónsonas con lo que crees. Pero la Biblia no se contradice… Ciertamente, nuestra fe requiere de buenas obras que la sustente, que prueben la justicia del creyente, una justicia que viene a él sólo por gracia, pero que se traduce en un corazón agradecido a Dios que se aboca al servicio al prójimo.
Santiago también es famoso por su tratamiento al tema de la lengua, a la necesidad de domarla en favor de la prudencia y la contención. ¡Y vaya que este consejo es pertinente! A veces me pregunto qué habrá animado al apóstol a escribir sobre esto… ¿Acaso el chisme hacía mella en las comunidades cristianas del primer siglo? ¿O quizás él mismo habrá sido víctima de palabras descuidadas, dichas al aire? Para una persona que aconseja que seamos prestos para escuchar y lentos para hablar, esto del control de la lengua parecer ser una consecuencia natural a un discurso que ruega por prudencia, ante todo.
Santiago, el apóstol líder de la iglesia de Jerusalén, es sin lugar a dudas un líder muy prudente y comedido… Tanto que nunca menciona en su carta que él es hermano de vientre del Señor Jesús. Quizás pensó que no venía al caso, o tal vez no merecía mencionar el parentesco porque ya todas las comunidades lo sabían… Después de todo, Santiago es el líder más respetado e influyente de su tiempo. Lo único que dice de sí mismo es que él es siervo del Señor Jesucristo. En realidad, esa es la única relación que verdaderamente importa. Por eso quizás abordó el delicado tema del favoritismo, estableciendo que Dios no hace distinción de personas… Si es así, mencionar su relación consanguínea con Jesús realmente no tiene ningún valor.
Lo más interesante de este apóstol es cómo él es un ejemplo de sinceridad y honestidad, a través de una vida consistente con aquello que predica. Su vida es un libro abierto que habla de un liderazgo y una autoridad ganadas en buena lid, sin conexiones claves ni corrupción. Santiago es un siervo del Señor Jesucristo que demuestra que su vida tiene valor porque Jesús la transformó para la eternidad. Y esto último es lo verdaderamente importante e ilustre en la vida.
4 respuestas a «Santiago: La prudencia a prueba de todo»
Muy, pero muy bueno. Dios te bendiga.
Excelente!!!
Pequeña, hubiera cambiado en algo que se presentase como hermano de Jesús?
Gracias por este trabajo, aunque me gustaría tu opinión acerca de la personalidad de Santiago, todo el mundo comenta de la personalidad de Pablo y me preguntó será por que fue el apóstol que más escribió?
Un abrazote desde la distancia, saludos a mí amigo Roger.
Helena, SIN PALABRAS.