“Me encanta la discusión. Me encanta el debate. No espero de nadie que simplemente se sienta ahí y esté de acuerdo conmigo.” Margaret Thatcher. Primer Ministro británico.
Con esto de la pandemia y a propósito de las clases online, mi sobrina Silvana viene todos los días a casa a hacer tareas y ver sus clases, aprovechando el wifi. Ha sido éste un tiempo propicio para conocernos y reconocernos, compartir, y entrar un poco en la vida y pensamientos de una adolescente de 13 años. En estos días le pregunté si ella consideraba que estaba aprendiendo con todo este sistema online. Para mi sorpresa me dijo que no, sin dudar ni pensar. Me dijo que copiar y hacer tarea hacía que ella recordara las cosas por poco tiempo. Pero aprender, aprender como tal, no lo estaba haciendo. La situación es realmente preocupante.
Yo también tengo mi experiencia online. A lo largo de todos estos meses es mucho lo que he hecho en esta modalidad: Cursos, reuniones de trabajo, estudios bíblicos, servicios dominicales, encuentros de oración, inauguraciones de tiendas virtuales, y hasta un sentido homenaje póstumo a un querido compañero de trabajo, víctima del COVID-19. Todos estos eventos tienen algo en común, crear la ilusión del encuentro, del aprendizaje, de la unión, en una búsqueda frenética por cubrir esas necesidades gregarias tan olvidadas en estos tiempos.
Justamente la semana pasada participé en un curso online. Resulta que Sociedades Bíblicas finalmente logró que sus estudiantes a consultores potenciales se reunieran vía ZOOM para trabajar en el módulo de Exégesis Bíblica. Fue un curso de una semana, de lunes a viernes, con dos profesores de excepción, ambos de lujo, versados en Antiguo y Nuevo Testamento, lingüística, hermenéutica, literatura, entre otras ramas del conocimiento humano. Allí estábamos todos los compañeros de siempre, e incluso unos nuevos que se sumaron este año. La experiencia fue rara, fría, de una interacción limitada y dudosa… A ver, déjame que te explique.
No quiero que me malinterpretes… Creo que ZOOM es una herramienta fabulosa. Es muy amigable con el usuario (para mí eso es vital), no requiere de una conexión óptima de internet (esto es clave en el país), puedes ver y dejarte ver con todos los participantes, e incluso puedes hasta esconderte de ellos. Realmente trabajar con ZOOM siempre ha sido positivo para mí, siempre maravillada de las cosas que se pueden lograr a distancia hoy en día. Pero, al final de la jornada siempre me queda un sabor amargo, un vacío incómodo, producto de un encuentro virtual que nunca logra cubrir plenamente mis expectativas sociales y de comunicación. Siempre tengo la duda que la gente realmente esté “presente” en estas sesiones. No siempre logro expresar con fluidez lo que en un plano presencial podría hacer sin el menor esfuerzo. Incluso, me gana la timidez, aquella que nunca he tenido ni sufrido… Pero en ZOOM, la timidez aparece, finalmente triunfante sobre mí, orgullosa de sus raros efectos en mi personalidad.
Es que aprender, conversar, discutir, participar, disentir y comprender no son asuntos que puedan hacerse de manera virtual. Así como tampoco se pueda enamorar, besar, acariciar y tocar en esta modalidad. Por lo menos yo no puedo funcionar al 100% de esta manera. Para mí, discutir y debatir, preguntar y responder, aceptar y disentir, opinar y callar son procesos naturales de aprendizaje presencial que no pueden ser sustituidos por una máquina. Yo necesito la interacción, despejar mis dudas, escuchar al otro, incluso necesito interrumpir acaloradamente porque mi pensamiento se agolpa precipitadamente sobre el tema en discusión. ¿Cómo logro eso con una computadora y una pantalla de fotos de gente que está allí, pero no está allí realmente?
Para mí, el curso de la semana pasada estuvo lleno de dudas e incomprensión. Hubo muchas cosas que no entendí, para las que necesitaba más tiempo para procesar, para pensar, y sí, para discutir acaloradamente. Extrañé la conversación nutritiva con mis profesores y compañeros, beberme el conocimiento exquisito y la experiencia aleccionadora de todos ellos, reír, frustrarme cuando no entendiera nada, y despejar mi mente con la cháchara sencilla y fácil de gente muy estudiada pero también muy genuina. ZOOM no logra eso, no.
En la antigüedad, el aprendizaje no solo era presencial, por supuesto, si no también sumamente vivencial… Los maestros y los discípulos vivían juntos, haciendo del aprendizaje una experiencia de vida. Por ejemplo, Jesús convivió con sus discípulos por espacio de tres años, enseñándoles con el ejemplo, con la discusión, con el día a día. Muchas de las enseñanzas de Jesús se reflejan en los escritos de Pedro y Juan, porque aprender de esa manera, de primera mano, viviendo y experimentando hace que todo sea inolvidable. ¿¡Cómo olvidarse de esas conversaciones, de las preguntas, de las equivocaciones, de los aciertos, de los regaños de Jesús, de Su ejemplo!?
De igual manera, aunque marcando las distancias, el joven Simón Bolívar tuvo lecciones, discusiones y debates nutritivos y catalizadores con sus maestros Andrés Bello y Simón Rodríguez. Una experiencia educativa que con seguridad moldeó la mente del futuro Libertador de América.
Todo esto no quiero que lo veas como una perorata para excusar mis lagunas en cuanto al curso de la semana pasada, no. Sencillamente, leo, repaso, pienso con calma, le escribo a mis profesores y no pasa nada, pues. Tampoco es una declaración de rechazo abierto a las nuevas tecnologías y sus efectos en el mundo hoy. No… Sólo es una reflexión acerca de mi modo de ver la educación, y quizás sí, de mi necesidad de entender y arropar la educación a distancia con renovado ímpetu, buscando sólo lo bueno… Como dice Pablo, “si tiene virtud alguna, pues solo en eso pensad.”
4 respuestas a «Aprender en vivo y en directo»
Tengo la misma posición y preocupación al respecto. Un grueso de la población mundial esta experimentando, con sus hijos tal situación, preocupación e incertidumbre por el futuro de ellos. Tampoco estoy en contra de la tecnología como opción en estos tiempos, pero el verdadero aprendizaje radica en esos debates que solo se pueden dar de manera grupal y presencial.
Totalmente. No es igual. A hacerlo presencial. Hasta los abrazos se me han olvidado. Jejeje. De vez en cuando agarrro a algunos y los amapucho. Pero realmente tienes razón en todo. Mi Retórica Francys.
Me parece muy buena tu blog. Dios te bendiga
Muy bueno tu blog, cada vaz que el tiempo me lo permita y las comunicaciones lo estaré visitando, saludos te envía la familia del pastor Ysidro Moya y la Información la primera iglesia del Libertador.