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Fotos con nubecitas

No entendemos el valor de los momentos hasta que se han convertido en recuerdos”.

Con el paso del tiempo he desarrollado un gusto por las antigüedades. Me encantan las cosas “vintage”. Por años he acumulado una serie de chécheres que han llegado a tener gran valor para mí. Tengo una base en hierro forjado de una máquina Singer, modelo panal de abejas; también cuento con un radio de los años ’40, con una malla hermosa y un maravilloso dial AM; en mi cocina exhibo un filtro de cerámica antiguo, que fue reparado por mi hijo Juan Carlos; en la sala conservo un par de planchas de hierro, que me regaló mamá; conseguí un maravilloso teléfono de bakelita negra, con su rueda para marcar los números; y un sinfín de cositas más. Mi esposo se queja diciendo que se siente viviendo en un museo… A mí, la verdad, me encanta sentirme rodeada de mucha historia y glamour. Es que ya las cosas no las hacen igual que antes.

Pero, de todo lo vintage, lo que más me gusta son unos cuadros de mi abuela Francisca donde ella mandó a poner las fotos de todos sus hijos, cuando estos aún eran muy jóvenes. Según me cuenta mamá, antes la gente entregaba fotos a un artista y éste las arreglaba de manera estética, poniendo una especie de nubecitas detrás. Es como el Photoshop de antes… Y el efecto es muy, pero muy hermoso. Estos cuadros de mi abuela fueron enmarcados con marcos muy elaborados, al estilo rococó, que hacen de estas fotos familiares un verdadero hallazgo antiguo.

Sin embargo, el valor de esos cuadros no está en su estética, ni en su mirada histórica, sino en los recuerdos familiares que ellos evocan. Allí, plasmados hermosamente, están mis tíos y mi madre, jóvenes por siempre, como testigos de tiempos mejores que ya no volverán. Esas fotos muestran a mi familia tal como los recuerdo, cuando yo aún era una niña, y veníamos a Valencia a visitarlos a todos. Las fotos tienen ese efecto… Congelan bonitos momentos para el recuerdo, y para la eternidad.

Mi casa está llena de fotos por doquier… de mis hijos, de mis sobrinos, de la familia toda. Esas fotos me hacen soñar de tiempos mejores y más nobles, me llenan de momentos que ya no volverán, y también me ponen a la expectativa de nuevos encuentros familiares, que serán captados por un lente, por un teléfono para la posteridad. La cosa con las fotos familiares es que nos hacen sentir parte de un contingente de personas que, no sólo comparten el mismo código genético, sino que también comparten la misma historia, los inicios duros y difíciles, comparten la vida misma, y eso es algo digno de recordar y atesorar en el tiempo. Cada una de esas imágenes cuentan de una historia en común que las generaciones por venir deben conocer.

Las fotos en mi casa son muchas… De mi boda, con un vestido vaporoso, ya pasado de moda, de una pareja joven, enamorada. Fotos de mis hijos muy pequeñitos, sonrientes, con sus teteros, fotos en los actos de la escuela, de graduaciones, fotos de mis sobrinos, comiendo, con sus mascotas, en la playa, fotos de las navidades, cumpleaños, festejos familiares multitudinarios, donde toooodoooos se reúnen a compartir, a reír y muchas veces, a pelear al final de la fiesta. Fotos con poses elaboradas, con sonrisas forzadas y otras fotos cándidas, las mejores, que capturan un momento inesperado, muchas veces cómico o vergonzoso.

Pero hay fotos especiales, como aquella donde están mi papá y su primera esposa, bellos y muy jóvenes, en España aún. O esa donde estoy como de 2 años con mi papá, o esa donde salen mis dos hermanas hermosas, adolescentes, y yo de meses, pelona. O esa foto donde salgo aplaudiendo, vestida con un cocoliso. Esa foto donde mi sobrina Silvana está comiendo desastrosamente en una silla de bebé, con su piernita encima de la mesa. O aquella donde salen todos los primos pequeñitos en la piscina de mi cuñado. Incluso, tengo una foto de mi hermano y yo muy pequeños… Yo, como de 5 años riendo a carcajadas, e Isidro como de 3, sentado junto a mí, incómodo, con timidez. Esas fotos están grabadas en mi mente con cariño y añoranza.

Así como las fotos son una bonita manera de recordar a la familia a la que pertenecemos, en los tiempos bíblicos eran otras las cosas que marcaban solemnemente los recuerdos. Cada vez que sucedía algo importante, Dios mandaba a erigir monumentos que marcaran el evento para siempre, para testimonio a las generaciones emergentes y futuras. Así, en Josué 4 se narra cómo se levanta un monumento conmemorativo para marcar el paso del Arca del Pacto por el río Jordán, y cómo las aguas se dividieron. Esto vendría a ser un recordatorio de esa hazaña, para que todos supieran lo que Dios había hecho en medio de Su pueblo.

También, leyendo los 9 primeros capítulos de 1 Crónicas, me encontré con unas listas genealógicas larguísimas que cuentan y registran todos los descendientes de las tribus, los clanes y las familias del pueblo de Dios. Cada una de esas listas dan testimonio de la importancia de la familia en los tiempos bíblicos. Así como hoy mostramos fotos a todos como testimonio de nuestra vida familiar, la gente en la antigüedad sacaba su gentilicio familiar, recordando de quién había salido él, su padre, el padre de su padre, y así sucesivamente. Porque es que las fotos hacen eso mismo, cuentan a todos quiénes somos y de quién venimos.

Hoy, los cuadros de fotos con nubecitas de mi abuela Francisca están conmigo, en mi casa. Ahora, no sólo forman parte de mi colección de antigüedades, sino que también dan testimonio de la nobleza de la juventud y de la inclemencia del tiempo. De las 6 personas retratadas allí sólo quedan 2 vivas, mi tía Hortensia, de casi 90 años ya, y mi mamá, que ya supera los 80. En esos cuadros ellas dos están jóvenes, hermosas, muy sanas. Los otros 4 ya han partido con el Señor.

A veces, cuando se va la luz y estoy sola, me río pensando que alguno de esos muertos pudiera espantarme en medio de la oscuridad. Ese pensamiento siempre me hace reír… Pero, cada vez que veo esas fotos, allí en la pared del pasillo, me digo: Francis Helena, tú saliste de allí. Ellos son tu familia, y sus fotos son un testimonio de vida para ti. ¡Qué no se te olvide!

Por Francis Sanchez

Hola, soy Francis. Me gusta escribir y creo que lo hago bien. Llevo mucho tiempo escribiendo sobre temas biblicos, ya que trabajo como voluntaria Sociedades Bíblicas Unidas de Venezuela.

Estoy casada y tengo dos hijos adultos. Mi hijo mayor siempre me ha impulsado a escribir y publicar. De hecho, este blog es su regalo de cumpleanos para mi

3 respuestas a «Fotos con nubecitas»

Me dejaste recordar a mi querida abuela que en paz descanse.
Gracias por esta reflexión sobre los recuerdos. Y sí a veces los recuerdos buenos y malos se nos aparecen como fantasmas en la noche y en la oscuridad. Pero gracias a Dios que al fin al cabo los cambia en lindos retratos que nos inspiran a seguir adelante. Incluso los malos recuerdos se vuelven en piedras de ruinas en la cual volvemos construir y mejor dicho seguimos construyeno.

Me gusto mucho este artículo y la analogía que hiciste con la bliblia, me trajo muchos recuerdos y melancolía, que bueno que conservas esas fotografías, lamentablemente, no tengo fotos de mis ante pasados, porque mi madre quedo huérfana a los 9 años y ella y sus hermanos fueron repartidos y perdieron esos recuerdos, gracias a Dios nos queda la narración de las historios de nuestros antepasados, así cómo los antepasados de la Biblia.

Que hermosos recuerdos, de aquellos tiempos vividos y que aún perduran, no se olvidan.
Igual guardo, muchas fotos familiares, que de vez en cuando reviso, me dan nostalgia y gozo de haberlos difrutados.
Ah, igual me uno a tu colecciôn de antiguedades , forman parte de mi decoraciôn.
Mil bendiciones, amada hna y gracias por compartir tus escritos, los cuales difruto. Y admiro la forma como los desarrolla, haciendo simil de tus experiencias y/o vivencias personales, familliares con hechos puntuales de la Biblia.

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