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¿En qué se basa mi confianza?

Ezequías hizo todo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el ejemplo de su antepasado David. Ezequías puso su confianza en el Señor, Dios de Israel. No hubo otro como él entre los reyes de Judá, ni antes ni después”. 2 Reyes 18:3

Leer la Biblia diariamente es un ejercicio espiritual que te confronta con la triste realidad de la persona que realmente eres contra la persona que deberías ser, o al menos, aspirar a ser. La Palabra de Dios no se cansa de sorprenderme, de sacar lo peor y lo mejor de mí, en un desfile infinito de personajes como yo, fallidos, humanos, imperfectos, siempre tratando de encontrarse con Dios, muchas veces sin éxito. La Biblia trae historias de franco desencuentro entre Dios y la humanidad, como en una novela, donde sus protagonistas nunca logran estar juntos ni ser felices. Pero hay otras ocasiones donde el encuentro es hermoso, donde Dios y el hombre parecen mirarse a la cara en total complacencia uno con el otro. Tal es el caso de Ezequías.

En estos días me tropecé con un relato en 2 Reyes 18, donde Senaquerib, el poderoso rey de Asiria, amenaza a Ezequías, rey de Judá (justo y fiel al Señor), con destruir a Jerusalén. El pasaje relata que el rey de Asiria envía unos emisarios a confrontar a Ezequías y al pueblo de Judá, y de entrada el comandante en jefe de las tropas asirias le pregunta a Ezequías: “Tú, rey de Judá, ¿en qué se basa tu confianza?” Y se lo pregunta como queriendo decir: “¿Por qué no le tienes miedo a mi señor, el poderoso rey de Asiria? Luego, el mismo emisario se dirige al pueblo, en su propio idioma y les dice: “No crean a Ezequías cuando éste les diga que el Señor, su Dios, los librará de rey de Asiria” … Más adelante en el relato, Ezequías ora a Dios y le pide que los libre de las garras de Senaquerib, demostrando así, claramente, en Quien el rey de Judá tenía depositada su confianza. De más está decir que Dios respondió a los ruegos de Ezequías, y acto seguido, ¡el rey de Asiria muere a manos de sus propios hijos, en su misma tierra! ¡Hay que ve que este tipo, Senaquerib, sí que era soberbio!

La vida siempre trae sus retos y problemas. Y aunque no seamos reyes enfrentando ataques a nuestra nación, somos personas que tienen sus reveses… Este incidente bíblico me llevó a preguntarme, ¿En qué se basa mi confianza? ¿En quién confío yo, que no le tengo miedo a la vida? Cuando las cosas se ponen chiquiticas, y la situación apremia, ¿qué recursos tengo para enfrentar todo con valentía? Y cuando todo está bien, ¿qué es lo que me hace sentir confiada, satisfecha y segura?

Nosotros nunca hemos sido de contar con muchos recursos económicos. Cuando comenzamos nuestra familia, ambos trabajábamos duro para pagar servicios, colegio y alimentos… Pero en esa época, Venezuela era un país más noble, las cosas no eran tan difíciles. Como toda pareja joven con niños pequeños, recibimos mucha ayuda de nuestras familias, y poco a poco fuimos saliendo adelante con los compromisos. Nunca nos faltó nada, gracias a Dios.

De la misma manera, enfrentamos algunas crisis de tipo personal, como pareja. Y siempre, siempre, contamos con la convicción firme que, no importando lo que pasara, nunca nos plantearíamos una separación. Cuando nuestros hijos eran adolescentes, pasamos por las situaciones típicas de esa etapa… Problemas en la escuela, amigos que convenían o no convenían, las primeras fiestas, las novias, la bebida, drogas. Y todo lo solucionamos sin mayores crisis, hablando mucho, vigilando aún más, en una marcación cerrada, hombre a hombre, que nos dio buenos resultados.

En el plano laboral, pasamos por muchas adaptaciones… Yo tenía los peores trabajos, muchas horas de clase, desde la mañana hasta la noche, con un sueldo muy bajo. Este país da salarios de miseria a los educadores, y pues yo era víctima de esa mala política. Pero, en esos casos uno no se puede poner exquisita o digna, si eso es lo que pagas, pues lo soporto de la mejor manera. Dios me permitió trabajar en un lugar donde mis hijos estudiaron inglés por años, con una especie de media beca que me dieron. Realmente, no todo fue tan malo. Por su lado, Roger trabajó fuerte para levantar una pequeña empresa, que poco a poco dio sus frutos. Nuestros trabajos siempre fueron estables, pero había que trabajar duro, muy duro.

Cuando echo la mirada hacia atrás, me doy cuenta que no habríamos podido lograr todo lo que logramos sin la ayuda, provisión y asistencia de Dios en nuestras vidas. Pero esas cosas se ven en retrospectiva, nunca se concientizan en el momento. Se lucha, se trabaja, se organiza la vida, y esa vida va discurriendo y respondiendo a esa lucha, a ese trabajo y a esa organización. Suena fácil, pero no, no lo es. Sin embargo, en la vida no se puede claudicar, no se puede pedir la baja… se continúa de la mejor manera posible, con la frente en alto. ¿Te imaginas si Ezequías hubiese reculado ante las amenazas de Senaquerib? Sus súbditos habrían sufrido las graves consecuencias de su cobardía.

Creo firmemente que el mejor recurso que tenemos ante los problemas, grandes o pequeños, es la oración. ¿Qué hizo Ezequías cuando escuchó a sus emisarios? ¿Se echó a llorar? ¿Corrió a esconderse debajo de la cama? ¿Pactó diplomática y elegantemente con su adversario? Noooooo, nada de eso. Se dirigió al Señor y de la manera más cándida posible, planteó su problema al Dios de los Ejércitos, y Él lo escuchó… Porque es que Dios escucha nuestras cuitas, y siempre nos responde, aunque a veces no nos guste la respuesta.

Confieso que no soy una persona fuerte en la oración. Pero como todo en esta vida, el hábito de orar hay que ejercitarlo. Pertenezco a un grupo por WhatsApp donde cada semana estudiamos algún pasaje de la Palabra, a la espera de poder reunirnos como célula, una vez pase la amenaza del Covid-19. La gran mayoría de los miembros de esa célula son mujeres… Pues, en medio de esta pandemia, nos hemos convertido en unas magníficas guerreras de oración. Oramos por los enfermos, por las familias y sus pérdidas y duelos, y unas por las otras. Ha sido una excelente oportunidad de ejercitarnos en la oración y en la fe.

Hoy por hoy, además de ver las bondades de Dios en retrospectiva, me he forzado a ver a Dios actuando en el presente, en medio de mi familia. Muy a pesar del país, de la cuarentena y la enfermedad que ronda nuestras vidas, Dios nos ha mantenido a salvo, juntos, apoyándonos unos a otros, y eso es una bendición que merece ser compartida, para testimonio y crecimiento personal.

¿Te das cuenta lo valioso de leer la Biblia? Es que la Palabra no deja de sorprenderme, de tener vigencia y pertinencia en mi vida. Ezequías es un rey del año 700 a.C., pero su vida y devoción a Dios aún repercute en mi vida. Gracias a él ahora sé que vale la pena poner mi confianza en Dios, porque Él quiere lo mejor para mí y mi familia. Ahora sé que puedo enfrentar cualquier reto que me proponga la vida porque en Dios puedo confiar.

Y tú, ¿en qué se basa tu confianza? ¿En quién confías que no le tienes miedo a la vida?

Por Francis Sanchez

Hola, soy Francis. Me gusta escribir y creo que lo hago bien. Llevo mucho tiempo escribiendo sobre temas biblicos, ya que trabajo como voluntaria Sociedades Bíblicas Unidas de Venezuela.

Estoy casada y tengo dos hijos adultos. Mi hijo mayor siempre me ha impulsado a escribir y publicar. De hecho, este blog es su regalo de cumpleanos para mi

Una respuesta a «¿En qué se basa mi confianza?»

Poner tu confianza en el Señor…. además de los mejores resultados, nos llena de una paz insondable!… gracias, Francis Helena! Por Ambos escritos, el del martes y el de hoy…Dios siempre apoyándonos!

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