“Aprende a cocinar, prueba nuevas recetas, aprende de tus errores, no tengas miedo y, sobre todo, diviértete”. Julia Child (Chef y autora norteamericana)
Nunca me ha gustado cocinar… No sé realmente por qué, pero creo que es una combinación de muchos factores. Primero, mi madre es una gran cocinera, eso hace que la confección de alimentos me intimide completamente. Segundo, ella (Mamá) nunca me enseñó. En estos días reflexionábamos las dos sobre eso, y llegamos a la conclusión que nunca hubo la necesidad de que yo cocinara en casa, además de que tampoco demostré interés por hacerlo. El caso es que, por muchos, muchos años quien cocinaba en mi casa era Mami Luz, la niñera de mis hijos, que trabajó con nosotros por 17 años. Después que ella se fue (porque en realidad hacía tiempo que no tenía a quien cuidar) yo comencé a cocinar, con resultados terribles y vergonzosos.
Roger Andrés, mi hijo mayor, comenzó a trabajar en una empresa a la que tenía que ir vestido de oficina (nada de jeans, nada de franelas, ni zapatos deportivos… una locura para cualquier muchacho), y además debía llevar su almuerzo. Yo, no solo tenía que lavar y planchar su ropa especial de trabajo, sino que debía cocinar la comida para llevar a su oficina. Por Dios, ese pobre chico sufrió un montón, porque la verdad es que no cocinaba nada de nada. Creo que el error más grande es que yo, que no tenía la más mínima experiencia, pretendía cocinar a las 6 de la mañana… ¡Era un desastre total!
Luego, un tiempo después, cuando ya tenía un poco más de experiencia, mi hermana Matilde la hospitalizaron a la espera de una operación de hombro. Ella estuvo allí, en el Hospital Central, por espacio de tres meses, hasta que finalmente la operaron. Durante todo ese tiempo, nos organizamos entre todos para enfrentar la contingencia… Unos cuidaban a Mati en el hospital, día y noche. Otros, se encargaban del transporte diario y la compra de medicinas. ¿Y yo? Pues me toco cocinar para todos los involucrados, ¿cómo la ves? Pues allí, en medio de toda esa locura me crecí, y terminé aprendiendo a cocinar, la trancas y barrancas.
La verdad es que comencé a cocinar mejor cuando dejé de tener miedo, cuando decidí que no me dejaría intimidar por las cualidades culinarias de nadie. También, empecé a cocinar con suficiente tiempo, y compré muchas especies y condimentos. Y la cosa comenzó a salir mejor… Poco a poco fui agarrando el ritmo a la cocina, a tropezar y equivocarme, a quemar todo, a salar de más, a notar qué resultaba bien y qué resultaba mal, a preguntar, adivinar, a consultar con quien estuviera a mano. Perdí el miedo y comencé a divertirme.
Ahora, no quiero que te lleves la impresión de que soy una gran chef. Noooo, nada más alejado de la realidad… Hoy por hoy cocino comida casera, sin grandes pretensiones. Me gusta cocinar granos (me quedan muy ricos, la verdad), calabacines (que me encantan), pollo de diferentes maneras (que me da mucha flojera cocinarlo, no sé por qué), salsas para pastas (con vegetales, carne, atún, o sólo tomate), arroz con pollo (que me queda genial), panquecas (que he logrado que queden esponjosas) y preparo unos huevos rancheros de muerte lenta (cortesía de Sandra, una cocinera fabulosa, esa no es chef porque nadie la ha calificado). Aprendí a reducir el agua de los tomates para una buena salsa, descubrí las bondades de una buena cama de vegetales, le agarré el paso a la carne mechada para que quede jugosita, y ahora hago un pasticho muy bueno (aún la bechamel me queda malosa, pero ya aprenderé a hacerla mejor).
Todo esto demuestra que nunca es tarde para aprender algo en la vida, que todo lo que se quiere lograr, se consigue con empeño y paciencia, que hay que reírse de uno mismo cuando la cosa no sale bien, y celebrar en grande cuando la cosa resulta de maravillas. Esto se aplica al aprendizaje de todo, al hablar otro idioma, al tocar un instrumento, al hacer manualidades, al cocinar… A lo que sea, realmente. Lo único que hay que hacer es comenzar, y practicar hasta que se domine lo que sea que hayamos emprendido.
En la Biblia, las mujeres eran las encargadas de cocinar, y no creo que haya habido una que, como yo, no supiera hacerlo. Sin embargo, en Génesis, el anciano Isaac pide a Esaú que le prepare su famoso guisado. Quizás en la antigüedad los hombres cocinaban en ocasiones especiales, tal como hoy en día. (Mi hermano es un cocinero muy atinado, y sus parrillas ya son legendarias).
La cocina en la Biblia es complicada, porque el pueblo hebreo tenía unas consideraciones muy estrictas en cuanto a lo que podían y no podían comer, y cómo estos alimentos debían ser confeccionados. La dieta diaria consistía en pan, leche, miel, frutos secos, harina de trigo, legumbres, carne y pescado, todo sazonado con especies aromáticas. Los 5 primeros libros de la Biblia están llenos de recomendaciones y prohibiciones en esta materia. Hasta el día de hoy los judíos observan celosamente cada una de esas consideraciones culinarias.
En el Nuevo Testamento, Pedro recibió en visión una sábana llena de animales inmundos, que Dios le pide comer sin miramientos. Pablo, en una de las Cartas a los Corintios, indica que se puede comer de todo, incluso se puede comprar carne previamente ofrecida a los ídolos, siempre y cuando esta conducta no moleste a los demás hermanos.
Pero, es la sabiduría bíblica quien mejor expresa la importancia de la cocina, la despensa familiar y la ingesta de alimentos en sociedad y en paz. Proverbios 15:17 dice que “mejor es la comida de legumbres donde hay amor, que de buey engordado donde hay odio”. Y en Proverbios 17:2 dice que “mejor es un bocado seco en paz, que casa de contiendas llena de provisiones”. Definitivamente, no es lo que se come, sino las circunstancias en las que se come.
Hoy cocino bien, lo poco que sé cocinar, y a veces lo disfruto. En una ocasión una amiga me aseguró que yo cocinaba muy rico, que dejara de decir lo contrario. Lo que ella no sabe es lo mucho que me costó llegar a este punto en la cocina, y lo que mis hijos se perdieron al irse del país. Los pobres se fueron pensando que su madre jamás lograría cocinar. Cuando vaya a visitarlos, les espera una grata y sabrosa sorpresa.
6 respuestas a «Master Chef Francis Helena»
Me encanta la metáfora de cocinar. Francis gracias por compartir. Profundo.
Te felicito por compartir tu experiencia
Una vez más me toca certificar algo: tus pastas cortas eran de terror!!! Cuando las llevabas a las comilonas en el instituto lo que le ponían un poco de gracia eran unos plátanos acaramelados que llevaba un estudiante pueblerino que hacía vida allí. Pero como digo una cosa, también digo l otra: las ultimas veces que mi estimada Francis me invito a comer, en oportunidades casuales, esos calabacines le quedan de un bueno… Como dijera un personaje, no muy querido por todos, aprobada!!! Como Máster Chef. Espero que sigas en continúo avance en las artes culinarias. Ah… Y has probados las ancas de murciélago?? Es el plato de moda jeje
Extraordinaria tu forma amena de contar contingencias, Francis Helena Sánchez….haces divertida una experiencia fuerte (la de Mati) y te creces como escritora con esa filosófica metáfora culinaria!
Por cierto, recuerdo un pollo a la mostaza delicioso que me ofreciste en tu casa hace ya tres años….que se repita, ruego en mitad de esta pandemia
Helena y dónde dejas tu arroz blanco con ajo dulce? Buenísimo, ella no sabía cocinar pero su mamá me decía, que Helena cocinaba un arroz con ajíes dulces muy bueno y una vez tuve la oportunidad de probarlo y me encantó. Me alegro mucho que hayas aprendido a cocinar que maravilla!!! porque soy amante de la cocina, no es que sea una chef pero todo lo que tenga que ver con cocinar me apasiona.