“El tercer espacio es un concepto sociológico urbano, que se entiende como la articulación de una cultura que media entre dos espacios conocidos y familiares. Establece al primer espacio como el hogar, al segundo espacio como el lugar de trabajo, y añade un tercer espacio, entre los dos primeros, donde el animal urbano interactúa, y encuentra un interesante ambiente para desarrollar su inherente realidad social y colectiva”.
Era una cita fija que no requería de agenda, ni de recordatorio… Todos sabíamos que en algún punto del fin de semana iríamos todos allí, a nuestro lugar favorito, a disfrutar de las mejores hamburguesas gourmet. Ol´ Blue era el restaurante “it”, el más popular y el más codiciado de la ciudad (aún lo es, muy a pesar de la cuarentena). Llegábamos en bandada, mis hijos, sus novias, mi madre, mi esposo y yo. Todos los chicos que trabajaban allí nos conocían por nuestros nombres de pila, sabían nuestras bebidas de entrada y la hamburguesa de nuestra preferencia, y siempre nos reservaban nuestro rincón favorito, afuera, en el espacio sin toldo, en la mesa 23. A mi esposo le encantaba el encuentro, lo propiciaba con verdadero placer, insistía en que todos estuviéramos allí, fieles a la cita familiar. Allí, comíamos, hablábamos de los acontecimientos de la semana, discutíamos acaloradamente de cualquier cosa, y reíamos, ¡cómo reíamos!
Ese encuentro semanal era el respiro perfecto para mantener a la tropa familiar enfocada, al día y unida. Y claro que nos veíamos casi todos los días… compartíamos almuerzos, problemas, el día a día… Pero, nuestro tercer espacio era sagrado, dedicado a algo más, lejos de lo cotidiano, muy cerca del placer de estar juntos, y porque sí.
Al venezolano le gusta tener su tercer espacio… Disfrutar de verdaderas “peñas” para discutir de todo… la inflación, el dólar paralelo, el último desacierto del (los) presidente(s), el trending topic del día, de algún negocio interesante, lo que se atrevió a hacer la maestra en la escuela, o la locura más reciente de la vecina de al lado. A mi esposo le encanta cerrar el día con un café en su panadería, donde se ha hecho de un grupo muy nutrido de personas que van a lo mismo, a tomar café y hablar de todo un poco. Es un espacio tan cotidiano que él puede pedir lo que quiera, así esté racionado, en esta, nuestra Venezuela en crisis, porque él es más que un cliente, es ya un amigo. Es una lástima que la cuarentena nos tenga a todos encerrados, temerosos. Esos espacios permanecen abiertos, pero para compras rápidas, sin sillas ni mesas que puedan propiciar y estimular la tertulia sabrosa, relajante.
El tercer espacio es un concepto urbano, actual, que se ha arraigado en la sociedad, y que es objeto de estudio atento por parte de sociólogos y otros estudiosos de la conducta humana… Pero, en la Biblia también se pueden encontrar espacios significativos para el colectivo. Porque es que el ser humano es el mismo de siempre, y tiene las mismas necesidades.
Para nosotros hoy, el hogar, o la casa familiar, es un espacio sumamente importante. Allí crecemos y nos desarrollamos como seres humanos, la familia nuclear es el centro, y curiosamente, es allí donde afianzamos nuestra individualidad. En los tiempos bíblicos, la familia era muy extendida, e incluía siervos (y hasta animales), y era el colectivo el que importaba, no el individuo. La vida no se desarrollaba dentro de las casas, sino fuera de ellas. Las viviendas consistían en lugares de una sola habitación, con espacio para los animales y para dormir, exclusivamente. Durante el día se cocinaba en especie de terrazas, en la parte alta de las viviendas. La vida se desarrollaba afuera, en el campo de cultivo, y en la cría de animales. Era el trabajo el que ocupaba gran parte de las actividades del día. En ese tiempo, el primer espacio lo constituía la familia, no el espacio físico donde ésta cohabitara.
Un espacio que sí era importante es la puerta de la ciudad, donde se llevaban a cabo los grandes negocios, donde todo lo crucial y vital sucedía. Fue allí donde se llevó a cabo la transacción entre Booz y el pariente más cercano de Noemí y Rut, fue allí donde se decidió qué hacer con el destino de esas dos mujeres. Fue allí también donde el esposo de la mujer virtuosa se reunía todos los días, para hacer negocios… Pero, es otro lugar el que monopolizaba todo en la sociedad antigua. En realidad, la vida giraba en torno de la actividad religiosa, en el tabernáculo, la sinagoga o el templo. Es allí donde el tercer espacio que conocemos hoy se crecía, imponente e importante. Los sacrificios, la lectura comunitaria de la Palabra, y la oración llenaban el día a día.
Hoy, como en la antigüedad, las iglesias también son terceros espacios de convivencia comunitaria. En este tiempo de cuarentena es cuando nos hemos dado cuenta lo mucho que nos hace falta la reunión cristiana. Los hermanos se encuentran “virtualmente” por WhatsApp, las misas las transmiten por la radio y por la televisión, los devocionales digitales se comparten de manera intensa, porque hace falta el alimento espiritual, y también el compañerismo, el encuentro… Hace falta ese tercer espacio. Hebreos 10:25 dice que no dejemos de congregarnos, sino que nos animemos unos a otros. El ánimo y la exhortación cristianas nunca han sido más pertinentes que ahora, cuando muchos enferman y mueren. ¿Qué habría pensado el autor de Hebreos del tercer espacio? ¿Habría estado de acuerdo con ese concepto dentro del ámbito de la iglesia? Yo creo que sí.
En junio, mi esposo y yo fuimos a nuestro tercer espacio de siempre, a celebrar el Día del Padre, con una buena hamburguesa, como las que le gustan tanto a él… La experiencia fue un poco decepcionante. Fuimos a Ol´ Blue, a ese amado lugar al que tantas veces estuvimos con la familia completa… pero ya no estaba nuestra mesa de siempre, sólo tenían permitido la venta por delivery. Los chicos que solían atendernos no estaban allí, en su lugar encontramos un familiar del dueño, que conocimos ese día. Nos obsequiaron galletas de avena, que colocaron dentro de la bolsa de comida, con nuestras amadas hamburguesas, metidas en cajas de cartón, adornadas con el incomparable logo del lugar. Fuimos a casa, confundidos, a comer y a celebrar, en nuestra cocina…
El tercer espacio es lo que es porque es toda una experiencia… la familia, el lugar, las personas que trabajan allí, que te conocen y te esperan. El problema es que los espacios ya están delimitados, si se mezclan el primer espacio con el tercero, no es nada divertido, el encuentro pierde esencia y significado. En este momento, lo urbano y colectivo se desvirtuó para dar paso a un híbrido que carece de importancia social, de emoción.
¿Cuándo terminarás, cuarentena? Queremos recuperar nuestros espacios colectivos, libres de COVID-19, llenos de recuerdos plenos y alegres.
7 respuestas a «Tercer espacio: Animales urbanos»
Muy interesante y necesario ese tercer espacio, amada hna. Entediendolo, como lo describes, nos llevas a la añoranza de volverlo a difrutar y sobretodo, a valorar. Quiera Dios este periodo de cuarentena, que las circunstancias, nos ha llevado a asumir, pase pronto y asi volver a retomar ese «TERCER ESPACIO», tan necesario, como seres gregarios que somos.
UN FUERTE ABRAZO Y ANIMO, en tus escritos.
Dios te continue dando de su sabiduría.
Ah! La nostalgia es una capa espesa que me cubre toda!!!!
Y cuanto anhelo ver una iglesia abierta, entrar a una iglesia, orar y sentir el mismo sentir del que se encuentra cerca!
Muy aservivo como siempre. Y si coincido es un gran escape y como empezar de nuevo. La semana. Etc.
Completamente de acuerdo. Anhelo mi tercer espacio.
Gracias por compartir.
Si, muy cierto, es muy triste no poder hacer el compartir de todos los domingos al salir del servicio, en casa de mis hermanas que viven en la casa materna, y solo nos hablamos por WhatsApp, nos mandamos abrazos virtuales, nos decimos muchas cosas a través de stickers, pero no es igual, hemos perdido nuestro tercer espacio, donde reír era obligatorio y cualquier tema era apacionado. Quiera Dios que todo esto pase pronto para volver a recobrar nuestras vidas.
Hola Francis Helena, yo también deseo que ésta epidemia de COVID 19 se acabe, que llegue el momento que nos digan, que ya no hay nada, que el corona virus desapareció milagrosamente. Ya yo voy para nueve meses encerrada, me hace falta salir, congregarme, saludar a los hermanos personalmente, reunirnos en el comedor de nuestra sede y sobre todo ir a nuestro punto misionero; donde ya el sólo hecho de recorrer las calles juntos para buscar el transporte era un tiempo agradable. Todo era como tu dices amada hermana, un tercer espacio confortable cien por ciento.