“Disfrutar de los placeres en la justa medida en que sea suficiente para proteger la salud”. Baruch Spinoza
Desde muy pequeña se me enseñó a mantener mis emociones en control. Mi madre siempre ha sido una mujer muy dueña de sí. Nunca llora, jamás grita, un altercado no la descompone, una palabra altisonante no sale de su boca. Entonces siempre he considerado las emociones y el llanto como algo digno de vergüenza. Claro, lloro, me desespero, grito, profiero palabras profanas (más de una vez he perdido el control en clase de filosofía), pero no lo hago con la desenvoltura de la mayoría. Esas conductas “reprobables” se reservan en mi caso para los más íntimos… ¡Pobre de mi esposo!
Ahora, considerar las emociones y los afectos comportamientos nada dignos para mostrar al mundo choca de frente con la ausencia total de privacidad de estas nuevas generaciones digitales, acostumbrados a gritar a los cuatro vientos todo lo que sienten y les aqueja.
En estos días viendo cortos de YouTube, me encontré con una mujer filipina que, con la cámara frente a su cara, en un close up completamente invasivo, describía cómo había descubierto a su marido siéndole infiel… Y no se guardó nada, no. Frente a mí lloró, gritó de impotencia y mostró una foto de la fulana que le había robado a su hombre. No sé cómo terminó el video porque fue tanta la vergüenza que sentí que no pude continuar viéndolo.
Estudiando a Spinoza encuentro que él y mi madre habrían sido grandes aliados en esto de los afectos, después de todo ambos tienen la misma frase como motor de vida:
“Cuando un hombre es presa de sus emociones, no es dueño de sí mismo”.
Spinoza considera que los afectos o pasiones son ideas inadecuadas o confusas que hacen sufrir al alma. El holandés establece que controlar estas pasiones trae consigo la ausencia de pecado, porque comportarse sin afectos de por medio significa no errar. La Biblia habla del pecado como una realidad del hombre. Spinoza elimina este mal de un solo plumazo, bajo la magia del control de las emociones y las pasiones. Pero, me pregunto, ¿vale la pena vivir una vida en constante control de lo que se siente, de lo que nos mueve?
La verdad es que podemos controlar nuestros afectos y así lograr mantener la razón como eje de nuestro ser, pero no siempre se logra. Hay unas pasiones, afectos o emociones que pueden dominarse, pero ¿qué me dices de aquellas que no? ¿Qué decir del amor, que suele desbaratar los límites? El mismo Spinoza dice al respecto:
“Aquello que no se ama, no provoca nunca luchas, ni tristeza, ni pereza, ni envidia, si otro lo posee, ni temor ni odio ni, en una palabra, ninguna conmoción interior”.
Es bueno mantener la tristeza, el desaliento, la desesperanza y el desamor a raya, por nuestro propio bien. Pero, ¿queremos hacer lo mismo con el amor? No creo, la verdad. Las pasiones son motores que mueven el mundo, pero si no se les pone freno pueden llegar a dominar nuestra mente, nuestros pensamientos y nuestras almas. Sin embargo, creo que un poco de pasión y desorden de vez en cuando no hacen daño a nadie.
Mucho se ha hablado de las diversas inteligencias y la emocional es una de las más sonadas. La inteligencia emocional es la capacidad de reconocer sentimientos propios y ajenos, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones. Es la capacidad de controlar esas emociones, no para suprimirlas (so pena de explotar y/o enfermar) si no para controlarlas para beneficio personal y social. ¡Justamente lo que Spinoza y mi madre propugnan!
Ahora, pregunto yo, ¿estas nuevas generaciones ostentan la inteligencia emocional como bandera? No siempre. Vivimos en una sociedad que parece no conocer el freno, que se entrega a las pasiones y arropa el pecado (el pecado de Spinoza) como algo de lo que no se debe uno avergonzar. Entonces, estamos en un mundo donde lo que Spinoza tiene que decir (y Dios, y mi madre) no tiene cabida en los oídos de nadie.
El cinismo nos envuelve, la “autenticidad” (no la de Heidegger) es abusada en extremos que rayan en lo absurdo (que Spinoza considera totalmente irracional y anti natura). Entonces, ¿a dónde vamos con el desorden por el desorden? ¿A dónde, con las emociones irracionales y desenfrenadas? A vidas inadecuadas… A conductas también inadecuadas. El pobre Spinoza lo veo con la mirada perdida, preguntándole a mi madre qué fue lo que pasó. Pero no, ¡ella tampoco lo sabe!
6 respuestas a «El control en un mundo descontrolado»
Excelente, gracias por compartir!
Muy bueno Francis, gracias por compartirlo también conmigo
Muy bueno Francis hermosas palabras y de reflexión esas emociones ,la cual tienen consecuencias si nos dejamos llevar
Quién no puede controlar sus emociones, debe hacerse responsable de las consecuencias. Efectivamente, si no las controlamos, vivimos siendo esclavos, sin priorizar nada, más allá de lo que momentáneamente podamos llegar a sentir.
Excelente mi Hna. Francis
Gracias por compartir
Hola Francis, simplemente genial… Y me recordé de tú madre, mí querida Cristina, contando en el campamento Bautista, dónde tuve el privilegio de trabajar junto a ella, sobre el velorio de su difunto esposo y el llanten tuyo durante todo el proceso y ella sin dejar caer una lágrima, y la cereza del pastel, relataba como al día siguiente del entierro había un campamento y se fué a vender sus libros. Yo no se lo dije, pero lo pensé muy internamente: ¡Lo mató! estoy frente a la viuda negra…
Es una broma… Pero realmente sorprendióme tal control de las emociones y por ende el gran temple de Cristina, Dios la bendiga con vida y salud para que siga siendo de ejemplo, para los que tenemos el gran privilegio de conocerle, control ante un mundo descontrolado emocionalmente..
Hola hna, bendiciones.
Muy interesante y comparto contigo que no todas las veces y todas las emociones, pues ellas también nos motivan a actuar y ser util, no escribo más x mi condición, gracias y bendiciones