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Relectura vital

La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma. En ese universo saturado de libros, donde todo está escrito, sólo se puede releer, leer de otro modo”. La Biblioteca de Babel, Jorge Luis Borges.

Estudiar la carrera de Idiomas Modernos me dio la maravillosa oportunidad de estudiar literatura inglesa, norteamericana y latinoamericana. A más de 30 años de esos estudios, aún recuerdo la gran mayoría de esas clases, su impronta aún moldea gran parte de mi educación y mi vida. ¡Leí tanto durante esa época universitaria! La literatura me cautivó de manera profunda, desde muy joven, cuando mi madre me introdujo a lo mejor del mundo de las letras. Extraño mucho esa época, tiempo de retos intelectuales muy estimulantes para mí.

Cuando se lee y se estudia literatura, hay una angustia que embarga al lector… Hay una sensación que es mucho lo que nos queda por leer, pues nadie que ame y aprecie la literatura quiere perderse de nada. Para ello se elaboran grandes listas de libros imperdibles que todos deberían leer. Acceder a esa lista y encontrarse en un balance desfavorable de lectura es francamente frustrante y vergonzoso. Pero, ahora que lo pienso, tal angustia es absurda, porque el objetivo principal de la lectura debería ser el placer por las letras, y nada más.

Pero, yo creo que la cosa no está en cuántos libros puedo leer en la vida, sino más bien, cuáles son los que realmente vale la pena leer una y otra vez, para atesorar y disfrutar repetidamente. En el primer semestre de la carrera, una profesora invitada a uno de nuestros cursos declaró que ella estaba disfrutando un año sabático dedicado enteramente a leer a Borges. ¡Por Dios! Recuerdo haberme sentido pequeñita, ignorante. Pasar un año leyendo… me parecía una locura deliciosa.

Uno de mis autores preferidos es Gabriel García Márquez. El Gabo me ha dado horas y horas de entretenimiento a lo largo de muchos años. Algunos de sus libros los he leído al menos dos veces. Cien Años de Soledad es su obra maestra y El Amor en los Tiempos del Cólera es quizás la más íntima de sus novelas. Al Gabo hay que leerlo y releerlo, porque la maraña de personajes que intervienen en sus tramas es una verdadera locura, y seguir sus aconteceres es una labor de proporciones detectivescas. Una amiga me llamó una vez para contarme que había leído Cien Años de Soledad una vez más, y esperaba poder comentarlo conmigo. Pues, ¡no recordaba casi nada! Y me di cuenta que debía releerlo, para reencontrarme con esas personas fabulosas que el Gabo creó de manera tan clara y divertida.

Una vez un amigo me contó muerto de la risa que su profesora de castellano les había pedido, en un examen, que elaboraran un árbol genealógico de la familia Buendía, según Cien Años de Soledad… ¡La verdad es que no he conocido una docente más tirana que esta señora! ¿Cómo se puede seguir la línea familiar de gente tan prolífica? ¡Hubo uno de ellos que tuvo 17 hijos, todos regados por la ciénaga! Sólo con lecturas repetidas y periódicas se puede medio lograr este reto.

La relectura nos permite revisar y encontrar nuevos elementos, leer de otro modo pues. La literatura tiene el poder de transformar la vida, y cada vez que releemos un libro le permitimos al lector entrar otra vez en nuestra realidad y presentar su realidad de manera renovada. Es una oportunidad de desandar el camino de sus letras y encontrar en ellas nuevos caminos de comprensión. Esto es cierto para toda la literatura, ¡así de poderosa es!

Esta semana mi madre y yo hemos estado participando del Maratón de Lectura Ininterrumpida de la Biblia. Hemos leído muchos pasajes bíblicos en voz alta, vía zoom, y también hemos seguido la lectura mientras otras personas leen. En una de esas ocasiones, mamá me comenta, asombrada y divertida: “¿Qué estamos leyendo? ¡Parece que es primera vez que leo este episodio en la Biblia!”. El comentario me causó mucha gracia porque sé las muchas veces que ella, mamá, ha leído la Palabra a lo largo de su vida.

La Biblia es una colección de libros antiquísima y también muy prolija en detalles, y largo en extensión. Leer las Escrituras supone una actividad abrumadora, si no se hace con criterio y propósito. La Biblia es, sin lugar a dudas, un libro que hay que leer una y otra vez. Y no sólo porque tiene muchísimos detalles y relatos, sino porque es la única manera de que sus valiosas enseñanzas penetren nuestra vida de forma significativa y permanente. La Biblia parece renovarse cada vez que se lee, sus palabras adquieren nuevos significados, su lectura se hace viva y orgánica, como con cualquier otra literatura, pero a su vez como ningún otro libro.

La lectura diaria de la Biblia adquiere una importancia monumental para todo cristiano. Mediante esa relectura revisamos detalles, sí, pero también sometemos nuestra vida a una limpieza diaria, profunda y muy necesaria, tal como nuestro aseo personal. En el caso de la Palabra de Dios, su relectura es vital.

En septiembre y octubre se celebra el mes de la Biblia. Se celebra su traducción a todos los idiomas, su pertinencia en la vida de la humanidad, su aporte al destino eterno de todos. Se celebra también su maestría, su acervo cultural, su presencia en los estantes de la literatura universal. Se celebra el genio literario de los hebreos, y también se celebra sus palabras de salvación y esperanza.

Sí, definitivamente la relectura es una actividad obligada para cualquier lector ávido y voraz. Le permite saborear las palabras que ama, que arrancan emociones, que lo hacen soñar, reír, vivir pues.

¡Leer es vivir!

Por Francis Sanchez

Hola, soy Francis. Me gusta escribir y creo que lo hago bien. Llevo mucho tiempo escribiendo sobre temas biblicos, ya que trabajo como voluntaria Sociedades Bíblicas Unidas de Venezuela.

Estoy casada y tengo dos hijos adultos. Mi hijo mayor siempre me ha impulsado a escribir y publicar. De hecho, este blog es su regalo de cumpleanos para mi

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