Tenía más de 7 meses de embarazo cuando me enteré que no tendría una niña, aunque ya hasta nombre tenía la bebé. Por alguna razón el feto no había mostrado su sexo, pudoroso y tímido, hasta esa consulta donde me informaron que, efectivamente, era un varón. Al salir del consultorio, llamé a mi esposo a su trabajo para informarle la buena noticia, y la necesidad de buscar un nombre. El teléfono lo atendió mi papá, porque también trabajaba allí. Cuando supo lo del nuevo varón, inmediatamente sentenció: “Ese niño se llamará Juan Carlos”. La idea me encantó, pues sabía que el nombre era en honor a su tercer hijo, un hermoso y frágil bebé que no logró vivir más de tres semanas. Cuando finalmente mi esposo se puso al teléfono, ya no había discusión alguna. Recuerdo haberle dicho, emocionada: “Tendremos un varón, y su nombre es Juan Carlos”.
Juan Carlos nació un 17 de agosto de 1995. La primera vez que lo vi tenía una cámara de oxígeno en su cabeza, semejante a una tortera, que cubría toda su carita… Había nacido con hambre, deprimido, según nos explicaron. Recuerdo que me pareció un bebé rígido, muy delgado y pequeño. Mi tía Dilia lo tomó en sus brazos y lo alimentó con su primer tetero, realmente no sé por qué no le di de mamar ese primer día, creo que aún yo estaba débil de la cesárea. Era tan pequeño que, luego en casa, lo bañábamos entre tres personas, una sosteniendo su cabecita, otra su cuerpo, y la tercera haciendo el lavado, con delicadeza y cuidado.
Criar a este segundo niño fue mucho más fácil… Ya tenía yo dos años de experiencia… Juan Carlos durmió casi toda la noche, sin molestar desde muy temprano. Aprendió a ir al baño, dejando los pañales al segundo día de entrenamiento, con una bacinilla que recuerdo coloqué en el balcón, y a la que nunca temió, sorprendentemente. Cuando cumplió un año, se enfrentó a la dura realidad de que su hermano mayor debía ya dejarlo sólo para ir a la escuela, y entonces se aferraba a la reja de nuestro apartamento, llorando, al ver a su hermano partir al kínder. Dos años después, Juan Carlos asistió a su primer día de escuela, sin dramas, seguro de sí mismo, con una inteligencia emocional sin precedentes en nuestro hogar. Es que él anhelaba hacer todo lo que hacía su hermano.
Mi segundo hijo demostró dotes artísticas desde pequeño. Las maestras siempre me decían que, si querían un dibujo para la cartelera del salón, lindo, bien coloreado, debían pedírselo a Juan Carlos, seguras de que él lo haría bien, y estéticamente presentado. Sus cuadernos de matemáticas eran derechitos, y aprendió a escribir literalmente dibujando las letras. Todos los profesores de bachillerato se quejaban que lo único que hacía en clase era dibujar en los cuadernos, pero la de Dibujo Técnico estaba maravillada con él. Esa profesora decía que, si Juan Carlos se dedicaba al arte, llegaría a ser aún mejor que ella misma.
La verdad es que a él le aburría el colegio… Juan es una persona práctica, nunca le ha gustado la teoría, ni las discusiones. Él va a lo suyo, sin mucha explicación. Cuando lo ayudamos a escoger su carrera universitaria, Juan se debatía entre la música y el arte. Su padre lo aconsejó mucho (son muy parecidos ellos dos), y finalmente se decidió por el diseño gráfico. Como nunca le gustó estudiar teoría, recuerdo que lo ayudé muchísimo con la Historia del Arte en la universidad. Pasamos horas leyendo, discutiendo, memorizando fechas y artistas… Fueron demasiadas dinastías chinas, muchos pintores europeos, y movimientos pictóricos que nos dieron la oportunidad de compartir, de reír a carcajadas, de dar ánimo ante el cansancio y el aburrimiento. Yo recuerdo esas sesiones de estudio con mucha nostalgia.
Juan Carlos era muy tímido cuando pequeño, algo con lo que luché, para ayudarlo a abrirse, para darle herramientas con las que vivir… Hoy, aunque no es el alma de la fiesta, él se relaciona bien, es dulce y respetuoso. Siempre fue mimado, por sus padres, y por Mami Luz (su niñera). Es que el hijo menor siempre se cría así, con más cariño, con más cuidado, porque siempre se verá como un bebé a nuestros ojos. Sin embargo, él nunca abusó de esos mimos, más bien, los combatió al crecer. Cuando se hizo mayor se deslastró de tanto cuidado, deseoso de vivir y experimentar su propia vida, sin los miedos de su mamá, y con la complacencia y el apoyo absoluto de su hermano mayor.
En la Biblia, también hay historias de hijos menores que se cuidan con cariño y temor… Rebeca urdió junto a su hijo Jacob para conseguir que éste recibiera la bendición de su padre Isaac. Jacob mismo, ya de adulto, cuidó de Benjamín, temiendo que le sucediera algo malo, pues ya había perdido a su hijo José. (¡Por Dios, si de algo estoy segura es que la familia de Abraham Isaac y Jacob es la más disfuncional de todas!). Judá, el cuarto hijo de Jacob y Lea, recibe el honor de traer en su simiente al Mesías prometido. En una cultura donde el hijo mayor lo tiene todo, lo merece todo, los hijos menores parecen ser la cenicienta del cuento… Pero no, en los relatos bíblicos estos chicos se erigen valientes, muy por encima de su posición dentro de la familia, muy a pesar de la cultura que los somete.
La Palabra de Dios está llena de hermosos versículos acerca de todos los hijos, independientemente de su nacimiento o posición en la familia. El Salmo 127:4 dice que los hijos de la juventud son como flechas en las manos de un guerrero. Proverbios 6:20 insta a los hijos a obedecer las enseñanzas de sus padres, y en 10:1 aclara que el hijo sabio es alegría para un padre. En Proverbios 13:24 dice que se disciplina a los hijos porque se les ama. Sí, amar a un hijo implica hacer cosas que no siempre son agradables… Pero esa corrección trae sus recompensas, y con creces…
Hoy, Juan Carlos vive en Buenos Aires, Argentina (cerca de Roger Andrés, a sólo tres horas por ferry, a lo largo del Río de la Plata). Me hace una falta terrible… Ya no tengo quien me escuche cuando estoy triste y llorosa, ya no tengo quien me repare todo en casa (me dejó su caja de herramientas, pero no es suficiente), ya no me acompaña cuando su padre no puede llegar a casa (otra vez con el problema de la gasolina).
Ahora mi hijo es un adulto de 25 años, independiente, muy maduro, valiente y decidido (fue el primero en dejar Venezuela, meses antes que su hermano mayor). Vive junto a su novia Valentina, en una de las ciudades más hermosas y cosmopolitas de América. Todos los días chateamos… otras tantas hablamos por teléfono. Juan Carlos sigue igual, es el mismo chico que criamos con esmero, sólo que ahora es él quien nos mima, quien está pendiente de todos nosotros. Es que el amor produce amor… Hoy no veo defectos en él, ya no los recuerdo. La distancia los borró. Cumplió años el lunes pasado, y lo celebramos, y nos gozamos con él.
¡FELIZ CUMPLEAÑOS, JUAN CARLOS! Te deseo lo mejor, mi pequeño, las más grandes bendiciones de lo Alto.
8 respuestas a «Juan Carlos, una flecha en la mano del guerrero…»
Felicitaciones Juan, al igual que tu hermano, espero que superes el récord de tú abuela y con igual salud y sabiduría.
La verdad que los bordones son esa flecha en la mano del guerrero y más cuando se tienen a una edad madura, me ha tocado vivir esa hermosa experiencia con mi hijo José Andrés, justo ahora, él y yo, tenemos un proyecto socialista en el patio de nuestra casa ( una mini granja de codornices) él dice que con eso va a sustentar a sus viejos. Lo cierto Francis, que esos hijos menores en el seno del hogar, realmente son una lanza en las manos del guerrero. Dtb
Ohohoh. Que ternura. Excelente mi Francys.
Que bella historia tía, lástima ya no puedo pasar después de la universidad para escucharla con tu suave y serena narración.
También con una pequeña copa de te.
Lloré. Muy bueno 👌 y sobre todo cierto la ultima parte. Dios se lo bendiga
Hermosa historia, amada hermana, emotiva, refleja el amor AGAPE DE Dios, por sus hijos. Y dejando ver al inicio de tu relato , que la voluntad de Dios esta por encima de nuestros deseos, «»No fue niña, fue varón», tu amado y admirado hijo, Juan, Carlos, cuyo nombre.
aún no tenias, pero su abuelito, SI.
Sabes hna, ese detalle me trae a colación, el nacimiento de Juan el bautista, cuando Dios se le apareciò a Zacaría,, en el altar, ejerciendo su sacerdocio y le anunciò por mediio de los angeles, el avenimiento de este, y con el su nombre, el cual ya estaba en el corazôn de Diios, asi pudo ser con tu hijo, Juan, Carlos.
UN FUERTE ABRAZO y deleitandome con tus temáticas
personales y de hechos /y personajes biblicos, cargados de ricas enseñanzas.
ANIMO Y ADELANTE.
Hermosa historia, amada hermana, emotiva, refleja el amor AGAPE DE Dios, por sus hijos. Y dejando ver al inicio de tu relato , que la voluntad de Dios esta por encima de nuestros deseos, «»No fue niña, fue varón», tu amado y admirado hijo, Juan, Carlos, cuyo nombre.
aún no tenias, pero su abuelito, SI.
Sabes hna, ese detalle me trae a colación, el nacimiento de Juan el bautista, cuando Dios se le apareciò a Zacaría,, en el altar, ejerciendo su sacerdocio y le anunciò por mediio de los angeles, el avenimiento de este, y con el su nombre, el cual ya estaba en el corazôn de Diios, asi pudo ser con tu hijo, Juan, Carlos.
UN FUERTE ABRAZO y deleitandome con tus temáticas
personales y de hechos /y personajes biblicos, cargados de ricas enseñanzas.
ANIMO Y ADELANTE.
Que lindo Helena y si, yo estuve allí gran parte de la niñez de tus dos hijos, recuerdo cómo Juan observaba las cosas, en silencio porque era a si, pocas veces uno lo veía escandalinzado al menos que estuviera en una seción de juegos con su hermano, luego por muchas cosas, deje de verlos con frecuencia,se hicieron hombres y y sabía de ellos muy poco, pero lo que si sabía, que ellos estaban siendo formados por unos padres de calidad sin discusión, Gracias Helena tus relatos son muy enrriquesedores , sigue a si amiga, yo sé que llegaras muy lejos y muy alto, porque conozco muy bien la cantera de dónde saliste.
Que tierna tu historia Francis, mientras estoy leyendo, me imaginaba a tu hijo, cariñoso, medio gordito, pero resulta que ha rebajado un montón.
Los hijos son una bendición hermana, Dios guarde, bendiga y les de muchos años más llenos de logros a tus hijos amada hermana.