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Pasar tiempo contigo

No hay buenos amigos ni malos amigos, sólo personas con las que uno quiere estar, necesita estar; gente que ha construido su casa en nuestro corazón”. Stephen King.

Las relaciones humanas son lingüísticamente indescriptibles. Tengo días dándole vueltas a eso y no logro encontrar adjetivos que le den calor y color al fenómeno de los afectos humanos. ¿Cruciales? ¿Únicos? ¿Imprescindibles? ¿Fascinantes? ¿Variopintos? ¿Complejos? No, no llego al término preciso… Y mira que me empeño, me soslayo en ello, y nada. ¿Por qué será?

Es que yo creo que nada en lo humano es fácil, todo es polifacético, polisémico y equívoco. (¡Ah, pues mira tú cómo conseguí palabras esta vez!). Ya lo dijo Martin Heidegger, el lenguaje es la casa del ser, sí, pero también sabemos que ese lenguaje tiene sus límites… El caso es que los afectos, y las relaciones que sustenta, son deliciosos y absolutamente necesarios para todos, sea que podamos expresarlos apropiada y articuladamente o nos quedemos con la mirada perdida tratando de definir lo indefinible.

Hay algo en el encuentro, en la tarde de té, en la conversación fácil y ociosa que tiene un encanto irresistible. Me pasa en las tardes de panadería con mi esposo. Salimos, decidimos a dónde ir, nos sentamos cerca uno del otro y, ante un café hablamos de nuestro día. A veces ni hablamos, sólo dejamos que el día se desacelere y termine en un momento de paz, y sí, de encuentro. Sin teléfono de por medio, sin apuros, un espacio fácil y tranquilo. ¡Cuánto atesoro esas tardes!

Mi madre ahora vive en casa con nosotros, y entonces el día se torna más interesante, menos egoísta, más plural. Y también con más retos, pero no por ello menos vital. Mamá y yo compartimos los alimentos, estudiamos la Biblia juntas, peleamos bastante (porque nunca falta el desencuentro generacional). Pero no importa cuán acalorada haya sido la discusión, viene la comida, la película, el jardín con una planta en flor, o la dolencia y nos juntamos como si no hubiese pasado nada, porque de verdad no pasa nada, sólo es la vida que no deja de ser vida.

Lo mismo pasa con mi hermana. Tenemos tiempo sin vernos porque ella vive en Caracas. Aun así, el contacto con ella es casi diario. Le encanta leer este blog y se lamenta cuando el tiempo no se lo permite… Con ella es un “buenos días”, un “qué haces”, un “cuéntame de tu vida” que nunca encuentra su saciedad. Siempre, siempre quiero saber de Rosa, mi hermana mayor, mi más ferviente lectora, mi confidente.

Resulta que, ahora que la juventud se escapa entre mis dedos, las relaciones han adquirido una importancia monumental en mi vida, al punto que no es la actividad académica, religiosa o laboral la que me convoca, sino el encuentro humano, con el otro.

Me pasa con una querida amiga, compañera de filosofía, con quien paso momentos muy buenos, en torno a postres exquisitamente confeccionados (es una chef prodigiosa), o sencillamente en el corto trayecto entre mi casa y la clase de filosofía. Es una persona que siempre está de buen humor, con una dulce sonrisa a flor de piel. En una ocasión tuve que ir a su casa a hacer una asignación de nuestro curso y pasamos una mañana deliciosa, con otra compañera sumamente inteligente que siempre trae a la mesa las posturas más extrañas e interesantes. Ése fue un encuentro que define por mucho la amistad que nos une a las tres.

En estos días mi grupo de estudio decidió ir a la misa de uno de nuestros profesores, un padre dulce y cercano que nos dicta la cátedra de Teología Fundamental. Salimos en tres carros y nos adentramos a una comunidad cerca de Puente el Boquete, en lo que llaman “Don Bosco Sur”, hermano del Don Bosco que está en la Redoma de Guaparo. Allí nos esperaba nuestro profesor, enfundado en su imponente hábito dominical. Su misa fue sentida, sencilla, nutritiva y muy espiritual. Al final del evento religioso nos saludó calurosamente, con visible emoción. Para mí fue sumamente conmovedor.

Pero la experiencia no queda allí. Después de recorrer los espacios salesianos y apreciar su dilatada y acertada obra social, decidimos ir a tomar café… ¡Qué tiempo tan bueno pasamos! Nos sentamos en torno a una mesa pequeñita, compartimos un pan de queso riquísimo y fresquito, con unas buenas tazas de café con leche. Y hablamos de lo santo y de lo profano. ¡Fue tan chévere todo!

Este domingo dos de esas compañeras de clase me escribieron con la esperanza de compartir conmigo la misa dominical. Había un anhelo de encontrarnos, de vivir la experiencia de estar juntas otra vez. Yo ya estaba en mi iglesia con un sinfín de compromisos. Pero el anhelo está allí, para ser saciado en cualquier otra oportunidad, oportunidad que nunca falta, no. Porque es que el encuentro no requiere de un acuerdo en cuanto a religión o convicción. Sólo necesita las ganas de estar unos con otros.

Y tampoco se trata de edad o de intereses en común. Lo sé de primera mano. Tengo a mi cargo un grupo de chicas en mi iglesia. Ya están cerca o en los treinta, casadas o prontas a casarse, profesionales, muy preparadas, abriéndose paso a la vida adulta, con las dificultades propias de la etapa que viven. ¿Que qué hago con ellas? Pues ser su discipuladora, en una especie de acompañamiento espiritual, ¡tremenda responsabilidad! Es una de las mejores experiencias de mi iglesia. Siempre estamos en contacto, ellas y yo. Lo más increíble es que ellas confían en mí, un privilegio que aún no logro asimilar. Con ellas la conversación es fácil, genuina, espontánea. Ellas no saben cuánto bien me hacen. Son excelentes amigas entre sí y el trabajo con ellas no es tal, es más bien un absoluto placer.

Es en momentos así, que reflexionas sobre las relaciones que te nutren, donde te das cuenta que ya no somos alumnos y profesores, abogados, contadores o amas de casa, esposos, padres o hermanos, simplemente somos amigos a quienes le gusta compartir, donde sea y lo que sea. Así, la gente que amas se convierte en tu tribu, en tu gente, aquellos con quienes el tiempo es fácil, cómodo, vital. Es la gente que está dispuesta a interrumpir su día para atenderte, para leer y comentar lo que escribes, para darte directrices de qué camino tomar en cuanto a cualquier cosa por lo que estás pasando. Con gente así nunca estás solo.

Siempre eres parte.

Porque es que “hay amigos que son más que hermanos”. Proverbios 18:24

Por Francis Sanchez

Hola, soy Francis. Me gusta escribir y creo que lo hago bien. Llevo mucho tiempo escribiendo sobre temas biblicos, ya que trabajo como voluntaria Sociedades Bíblicas Unidas de Venezuela.

Estoy casada y tengo dos hijos adultos. Mi hijo mayor siempre me ha impulsado a escribir y publicar. De hecho, este blog es su regalo de cumpleanos para mi

10 respuestas a «Pasar tiempo contigo»

Querida amiga, tus escritos logran un éxtasis vivencial y maravilloso… Cada línea es mejor que la anterior… Gracias por compartir… Espero que sigamos recorriendo esta autopista filosófica…

Que Agradable lectura y reconocer que,
si… hay Amigos del Alma, más unidos que un hermano.

“El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; Y amigo hay más unido que un hermano”
Proverbios 18:24.

Hermosa reflexión mi amada Francis y si como termina y como dice el proverbio hay amigos que son más que hermanos, tengo el gusto la bendición de disfrutar una familia una hermandad que no es precisamente de sangre , esas tardes de risas ,mañana de un concejo, reír con mi hija tardes de película es tan refrescante que quedará en su recuerdo y es que ese amor viene d Dios leerte amada Francis me hizo darle valor a esas tarde gracias un abrazo

Extraño esos encuentros en tus clases tan amenas en la IBT los domingos, de verdad que tienes ese don especial; siempre con esas testimonios y experiencias que nos hacían más fácil la explicación de cualquier pasaje o tema de la palabra..de verdad muy ameno no quería por nada perdermeli, muchas veces nos hacías reír con tus ocurrencias ocurrencias..un abrazo fuerte querida Francis se te extraña un montón 😘🤗

Helena te conozco, jajajajaja y mientras leía tu maravilloso escrito, me imaginaba tu expresión despreocupada y sincera que muchas veces anhelé tener, ese silencio que haces de golpe para luego interrumpir con una sabía palabras haciendo alusión al tema. Pero me dejas muy motivada con tu manera de ver la amistad, muchas veces pensé que tenías otros intereses, que para nada tenían que ver con querer estar rodeada de personas, porque siempre ví que no eran tantas tus amistades, pero como dices, los años y el conocimiento enseñan a valorar y a disfrutar lo que significa el contacto humano con personas afines, o simplemente con aquellos que dejen en uno, algo de valor que recordar.

Excelente mi hermana Francis. Gracias por compartir.

Haces que aprecie aún más cada momento de compartir con amigos y familiares, incluso, aquellos momentos que forman parte de la cotidianidad.

Así es mi querida francis rodeadas de personas que marcan la vida una tribu que la vida misma y el camino te selecciona.

Helenita siempre es un maravilloso talento. No dejes de escribir temas de reflexión. No sé puede concebir el Universo sin pensamiento.

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