“En esos días, Israel no tenía rey; cada uno hacía lo que le parecía correcto según su propio criterio”. Jueces 17:6
En estos días mi hermana, que vive en Caracas, me mandó unas fotos muy perturbadoras sobre todo lo que está sucediendo con el enfrentamiento de bandas criminales en la Cota 905. Ante tanto caos y dolor, mi hermana me pregunta: ¿Por qué nos toca vivir en esta época tan difícil? La pregunta quedó en el aire, sin respuesta, enmarcada en un silencio ensordecedor. Lamentablemente, este tipo de interrogantes no son únicas ni inéditas. Épocas duras durante la historia se han dado lugar de manera periódica e incesante, y el hombre ha inquirido sobre su propósito sin recibir un alivio para su alma.
El libro de Jueces recoge una reflexión que hace eco a la pregunta de Rosa. “¿Por qué nos toca vivir en esta época tan difícil?” parecen preguntarse sus personajes. Es que el tiempo de los jueces fue uno de muchos desafueros, injusticias, caos, desorden, desolación y anarquía. Fue un tiempo donde no parecía haber un Dios sobre la tierra, el pecado corría rampante. El gobierno parecía no tener autoridad de ningún tipo, cada quien hacía como bien le parecía. ¿No es esto acaso lo que está pasando en Caracas?
Desde sus inicios, el pueblo de Israel gozó de líderes de gran postín, hombres de Dios, de verdadero temple, valentía y arrojo. Abraham, Isaac y Jacob condujeron a su familia con convicción, fe y un gran sentido de propósito. Luego Moisés y Josué ejercieron un liderazgo que se nutría de la guiatura cercana de Dios, quien les conducía con absoluta autoridad. Josué lleva al pueblo a Canaán y los lidera en batallas llenas de experiencias de fe, de la mano de un Dios que se hacía llamar, apropiadamente, “Jehová de los Ejércitos”.
Antes de morir y cerca de terminar el libro homónimo que recoge todas sus proezas, Josué reúne al pueblo y lo llama a la reflexión. La consigna era abandonar a los dioses de los vecinos y seguir al Señor, al único Dios verdadero. Ese día todos prometieron alinearse con Dios y Sus propósitos para la vida de la nación de Israel. Pero, al poco tiempo, a unas pocas páginas de distancia, los buenos propósitos ya se habían desvanecido con el fragor de la pelea, y el día a día, con su afán y sus pasiones. Pronto olvidaron los caminos de Dios y se embarcaron en una carrera desenfrenada de pecado y despropósito. El caos se instauró en sus vidas para no salir más de sus confines, por lo menos no hasta que llegara un líder espiritual que marcara la diferencia en los destinos nacionales.
La época de los jueces es muy oscura, muy anárquica, triste e inexplicable. Ante la falta de un líder tipo Moisés o Josué, entran al ruedo una especie de caudillos, guerreros facinerosos, mal llamados “jueces” que llevaron la vida del pueblo de Israel por derroteros de lucha y desestabilidad. Algunos de ellos, muy pocos la verdad, fueron rectos, pero su rectitud no bastó para frenar el desafuero. La mayoría de esos líderes fueron malos, caprichosos, pecadores, necios y obstinados. La nación estaba descontrolada, y las derrotas bélicas marcaron los destinos de manera fatal e inequívoca. Jehová de los Ejércitos abandonó las tropas infieles a su suerte, y así no hay, ni habrá, nación que resista.
Yo creo que estos jueces que he descrito de manera tan ingrata hicieron lo que pudieron, dadas las situaciones tan duras que les tocó enfrentar y vivir. Pero, allí está el problema… Dios no quiere que los líderes hagan lo que puedan, Él quiere que hagan lo que tienen que hacer, de acuerdo a Sus propósitos. Dios pone y quita reyes, el Señor es el que lleva los destinos de la nación, pero a veces el pecado se enseñorea de manera tan férrea en el pueblo que Dios los deja ser, decide retirarse y ver los toros desde lejos, como dicen por ahí. Y sí, es cierto, Él no deja de insistir, de llamar, de esperar lo mejor de Su pueblo. Pero definitivamente, al hombre le gusta el caos, y en él se regodeará siempre.
¡Es tan fácil perderse en la vorágine del caos y la anarquía! Dios se ocupó, al principio de todo, de ese estado de cosas con esmero y placer, pero ¡el orden, el respeto, y la armonía son tan difíciles de lograr y mantener! Sansón, Jefté, Gedeón, Débora y tantos otros jueces menos célebres pueden dar fe de este hecho. Ellos lucharon con sus propios demonios, aquellos que los dominaron tantas veces para dejarse llevar por sus pasiones y desaciertos. Pero también se aferraron a Dios cuando la situación se tornaba insostenible, y Dios respondió, porque a Él lo halla quien le busca.
Es que, la larga, siempre hay una salida, siempre hay una esperanza, una luz en el camino. A unas pocas páginas viene una hermosa historia de amor y redención que cambiará el curso de la humanidad toda. Porque es que, si bien Dios a veces se repliega y parece estar ausente, no lo hace por mucho tiempo porque, después de todo, Él es Jehová de los Ejércitos y no abandona a Su gente, porque cuando el ser humano es infiel, Él es fiel, cuando el hombre odia, Él ama, cuando el pecado mata, Su amor da vida. Nada nunca está perdido por siempre. Dios se encarga de que siempre sea así.
Leer Jueces me enseña mucho acerca de nosotros, los seres humanos. Me enseña que no podemos vivir vidas dignas alejados de Dios, que sin Él es verdad que nada podemos hacer. El desafuero puede hacer de las suyas, pero no por mucho tiempo, porque Dios es quien está a cargo, así se retire un poquito porque el pecado le asquee. Para mí Jueces es un libro de esperanza, un libro esclarecedor acerca de mi condición caída y de cómo Dios puede restaurar el caos más profundo.
En este momento Caracas está perdida en medio de una guerra campal entre bandos delictivos y su población está a la espera del establecimiento del orden y de la decencia. La Biblia nunca se equivoca, el pueblo sin orden se pierde. Lo más triste es que nuestros líderes, nuestros jueces de hoy, parecen incapaces de frenar la violencia y la anarquía que reinan en las calles. Queda sólo orar y esperar por la esperanza y la luz al final del túnel. ¡Ojalá no sea tarde!
3 respuestas a «Jueces: Caos y anarquía»
Dios nunca llega tarde amiga. Sus pensamientos no son vuestros pensamientos, ni sus caminos vuestros caminos… Nuestro corazón está en él confiado, gracias a su palabra, esa palabra que nos hace ver el cuadro completo y aviva la esperanza de ver esa luz al final del tunel.
Un abrazo.
Hermosa reflexión y muy actual. Muy cierto que Dios se aleja del pueblo que permite el pecado a la espera de que vuelvan su rostro a Él y que a pesar de eso, Él sigue esperando con amor una nueva reconciliación. La indiferencia del hombre ante la autoridad de Dios lo lleva al caos y la anarquía que mencionas acertadamente; pero lo mejor de tu reflexión es que nos presentas esa realidad sin dejar de mostrarnos nuestra maravillosa esperanza de saber que Dios siempre tiene el control y que sabemos cual es el fin de todo: vida eterna y gozo junto a nuestro Padre para aquellos que buscan su rostro y reconocen su autoridad. En el caos aún hay esperanza. Amén. Gracias amiga Francis. Hermoso.
Excelente reflexión, Francis…en estos tiempos convulsos…nada que agregar. Tu reflexión lo dice todo!